Otra de las reseñas que escribí para El Cuaderno es la de esta novela. Aún espera su turno de publicación. Mientras tanto, os dejo con la cubierta y dos fragmentos del libro:
En la guerra se puede olvidar cómo se lee, cómo se escribe y mucho más. Se puede uno olvidar de sí mismo. Y hubo quien se olvidó. No sabían de dónde venían, cómo se llamaban, dónde habían nacido, cuándo. Un grupo muy dispar de alumnos de posguerra, ya le digo, sin casa, sin padres, sin madres y más de uno con la conciencia poco limpia. Encima éramos de edades distintas, más mayores, más jóvenes, algunos unos niños aún. Bueno, la verdad es que ya ninguno era un niño. No era posible ser niño, ni aunque alguno lo echara de menos.
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A pesar de que ahora en otoño el día pueda parecer cada vez más y más corto, a mí me resulta cada vez más largo. A menudo, cuando me despierto por la mañana y pienso que tengo que vivir hasta la noche, tengo la sensación de que es como si fuera de nuevo desde el nacimiento hasta la muerte. No sé si usted ha sentido lo mismo en algún momento, es como si cada vez fuera más difícil sobrevivir hasta el final del día. No, no se trata de que sea largo. Cómo se lo diría. Mire, hoy por ejemplo. Un día como los demás, pero es toda una vida.
[Traducción de Francisco Javier Villaverde]