No crees en la suerte. Esto es,
no crees que la suerte se encuentre fuera de ti, y
mucho menos en un lugar concreto.
Nunca has estado en Ispahán. Sabes de bellos
edificios, de un pasado glorioso.
Imaginas, no obstante,
una ciudad como todas las que conoces,
infestada de coches de antenas de teléfonos
móviles de centros comerciales,
de gente que fluye por un río de asfalto en pos de
mariposas menudas o secretos de hormigón,
quién sabe,
sólo cada uno de ellos sabe.
Ni tu idea de la suerte, ni tu idea de Ispahán
importan. Porque Ispahán es para ti,
aquí,
en la superficie lisa del poema, solamente
—o nada menos que—
el nombre de un lugar, es decir, solamente
—o nada menos que—
un nombre. Un nombre remoto e inverosímil como
Samarcanda o Esmirna o Damasco; o como
Macondo o Santa María o Comala; o como
Xanadú o Sangri-lá o Walhalla o…
un nombre.
Natalia Carbajosa, Tu suerte está en Ispahán
Hace 13 horas