a esas alturas,
a punto de subirnos
al avión y volver a casa,
tras todo lo que había visto:
gula, ingratitud,
aspereza, egoísmo…
a esas alturas,
yo ya pensaba que no había redención,
que la raza estaba perdida
y condenada sin remedio
y a esas alturas,
estremecido
de asco,
ya estaba agotado
de ver a la masa,
de sus sandeces
y de sus estúpidos
comportamientos
y antes de subir al avión
todo me daba asco,
asco y náusea
pero entonces,
en la sala de embarque,
vi correr a los niños,
diciendo sus primeras palabras
y dando sus primeros pasos,
y me contagiaron su entusiasmo
y la luz entró en mi alma,
y me dije que tal vez
quedaba algo de esperanza,
que había que alimentar esa luz
para que no se apagase
porque de lo contrario
sólo habría nihilismo y tinieblas,
y pensé que ojalá ellos,
esos niños y esas niñas,
mejoraran un poco el asunto,
porque de lo contrario
íbamos a estar jodidos.
José Angel Barrueco, Inédito
[Texto recortado y extraído de mi novela Asco]