DIVISIÓN DE ANATOMÍA: EL ARTE INCREÍBLE DEL DR. RUYSCH
Podría decirse que fue un coleccionista de la muerte. Frederik Ruysch había nacido en La Haya en 1638, era profesor de Botánica en el Hortus Botanicus de Leiden y también jefe de la División de Anatomía del gremio de cirujanos de Amsterdam. Hasta aquí, sus orígenes. Con el tiempo, una técnica le permitió preservar órganos y concibió un proyecto extravagante que lo haría famoso en toda Europa: el Theatrum Anatomicum donde él mismo practicaba, a la vista de un público extasiado, disecciones de cadáveres.
Ruysch concebía estas sesiones como lecciones de teología, estética y medicina, algo así como una visita guiada a un Museo Mortuorio para la edificación moral de estudiantes y vecinos en general. El espectáculo incluía, además, otras delicias. Para llegar al Theatrum, los asistentes tenían que atravesar un ambulacrum o “sendero de placer”, adornado por animales exóticos, y también una sala, estrictamente diseñada por él, como un Vanitas tridimensional, lleno de esqueletos transformados en objetos de maravilla estética.
Obras maestras de la taxidermia, charlatanería o parábola calvinista de la existencia humana, lo cierto es que el trabajo de Ruysch, con su insólita amalgama de medicina y arte, excede en mucho el de un embalsamador. En él, la ciencia toca el reverso horripilante de la belleza, como en un cuadro de Baldung, y logra llevar la escena al terreno fértil de la alegoría. El resultado es una extraña celebración, un verdadero festival de la finitud, donde cada memento mori es un tótem, una reliquia que añora la intensidad de la vida. Se dice que el zar de Rusia, Pedro el Grande, compró la colección completa por 30.000 rublos.