A Charles Simic, en su faceta poética, me lo recomendó David González hace unos años. Y Javier Das me recomendó su faceta narradora. Una mosca en la sopa es el extraño título de estas memorias de Simic, escritor nacido en Belgrado: entretenidas, fragmentarias, con un narrador que avanza y retrocede por los márgenes de sus recuerdos, que nos habla de guerras, de exilios, de cine, de poesía y de familia, de ciudades (Belgrado, París, Chicago, Nueva York…). Aunque me gustaría copiar varios fragmentos y unas cuantas reflexiones sobre la poesía, os dejo con este pasaje porque me ha recordado a mi propia infancia en el cine de barrio:
Ir al cine también podía resultar aterrador. Eran salas viejas y destartaladas con cortinas de terciopelo rojo comidas por las ratas y frágiles asientos de madera que crujían. Por las mañanas hacía frío y había corrientes de aire. Los clientes eran niños que habían hecho novillos como yo, universitarios y gente con aspecto cansado que trabajaba por la noche. Estos últimos se quedaban dormidos en cuanto empezaba la película y se despertaban un rato después, con ojos de loco, como si no entendieran lo que estaba sucediendo.
[Traducción de Jaime Blasco]