Segunda entrega de la trilogía formada por Molloy, Malone muere y El Innombrable. A medida que avanzamos de uno a otro libro sus personajes van sumiéndose en la inmovilidad. En el caso de Malone, sobrevive tumbado en una cama, escribiendo lo que recuerda o cree recordar, lo que ve, lo poco que hace. En el caso de El Innombrable (que he empezado a leer estos días), la inmovilidad será total. Malone no está seguro de nada. Alguien le deja comida en el cuarto. No sabe si esa habitación le pertenece o no (No es una habitación de hospital ni de manicomio, eso se nota). Cree haber llegado hasta allí en una ambulancia. Su discurso contiene dudas, inseguridades, datos que calla… A veces cuenta historias. A veces se le cae el bastón, o el lápiz, y alcanzarlos se convierte en una aventura. Está en la cama, moribundo. Y, pese a todo (a las inseguridades, a los titubeos, a la falta de acción, al vacío, al pesimismo, a la falta de esperanza, al nihilismo, al horror de vivir), uno devora el libro. Ama a su autor. Un fragmento:
Sí, por fin seré natural, sufriré todavía, después menos, sin sacar conclusiones, me escucharé menos, no seré frío ni caliente, seré tibio, moriré tibio, sin entusiasmo. No me miraré morir, eso lo falsearía. ¿Acaso me he visto vivir? ¿Acaso me he quejado alguna vez? Entonces, por qué alegrarme ahora. Estoy contento, es inevitable, pero no hasta el punto de batir palmas. Siempre estuve contento, a sabiendas de que sería recompensado. Y aquí está ahora mi viejo deudor. ¿Es esto una razón para agasajarle? Ya no responderé a las preguntas. Intentaré también no formulármelas. Podrán enterrarme, no me verán ya en la superficie. Hasta entonces me contaré historias, si puedo. No serán las mismas historias de otras veces, eso es todo. Serán historias ni buenas ni malas, apacibles, no habrá en ellas fealdad ni fiebre, apenas si tendrán vida, como el artista. ¿Qué digo? No importa. Espero proporcionarme mucha satisfacción, cierta satisfacción. Estoy satisfecho, eso es todo, estoy preparado, se me reembolsa, ya no siento ninguna necesidad. Dejadme decir para empezar que no perdono a nadie. Os deseo a todos una vida atroz y luego las llamas y los hielos de los infiernos y un honroso recuerdo en las execrables generaciones venideras. Basta por esta tarde.
[Traducción de Ana María Moix]