La jornada ya no es lo que era. La reducción de las plantillas, la duplicación de actividades varias –desde contestar llamadas de autores desocupados o agentes ceñudos hasta la redacción de briefings internos y la asistencia a reuniones anodinas– y el mayor número de propuestas recibidas hace que los editores cada vez tengan menos tiempo no ya para leer, sino para hacer una edición cuidada y meticulosa de los libros de que son responsables. Éstos, por su parte, gozan también de una vida cada vez más corta. Algo en lo que sin duda influyen la distracción que provoca la avalancha de información inmediata que propicia Internet, el cansancio del número de horas de lectura en pantalla de correos electrónicos y sms, y la intrusión del trabajo en la vida privada por culpa de los diversos dispositivos electrónicos que nos mantienen conectados las 24 horas del día.
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¿Qué dos consejos darías a cualquier autor que acaba de ser rechazado por una agencia o editorial?
«Que no tire la toalla. Que no les eche la culpa a agentes y editores. Que reescriba o empiece un nuevo proyecto. Que encuentre su propia voz narrativa». Petra Sluka.
«Primero, que siguiera escribiendo como si nada hubiera ocurrido. Segundo, que siguiera escribiendo como si nada hubiera ocurrido». Juan Ángel Juristo.