En este libro se demuestra que no sólo los médicos del nazismo experimentaron con sus prisioneros de guerra: también lo hicieron los cirujanos japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Shusaku Endo se sirve de varios narradores para recrear un episodio: las brutales operaciones a las que sometieron a unos cuantos soldados norteamericanos, utilizados como cobayas para sus experimentos. Una buena novela, inspirada en hechos reales, con esa prosa característica de los asiáticos: sencilla, sin grandes alardes estilísticos, pero que encierra mucha profundidad bajo su aparente sencillez. Un párrafo:
Cuando hubieron apartado la pleura, aparecieron los huesos blancos de las costillas. El Viejo empezó a cortarlos con decisión, utilizando un instrumento semejante a unas tijeras de podar. Bajo su mascarilla se adivinaba un gruñido contenido, pues estaba volcando todas sus fuerzas en la tarea. Con un ruido seco, la cuarta costilla se desgarró y cayó en un receptáculo dispuesto a tal fin. Parecía un pedazo de cornamenta de un ciervo. La red de carne y nervios que cubría la pared del pecho y el interior de la cavidad se infló como un balón rojo a resultas de la presión del pulmón. En la sala de operaciones sólo se distinguía el eco de los gruñidos del Viejo, el quebrar de los huesos y el sonido escueto con el que caían en la bandeja. De nuevo el Viejo tenía la frente sudada, y la enfermera jefe le limpió con la gasa.
[Traducción de David Favard]