mañana era sábado, y yo había llorado tanto esa noche, y estaba tan desesperado, que salí a beberme la ciudad entera, de bar en bar, y uno por uno, y sé que era sábado porque, precisamente, ese sábado se presentó esther ante mis ojos, deslumbrante como un ángel en su anunciación. leía a maiakovski. leía y miraba, leía y miraba, leía y miraba… y claro, cuando me di cuenta, ya estaba hecho un san sebastián. lamentablemente, esto ocurrió en la gaviota, así que rosalía fue la primera en enterarse. y entonces sí que se enfadó conmigo, se enfadó hasta el punto de gritarme, delante de todos, que yo era uno de los seres más despreciables que había conocido en toda su vida, y que no decía -el más despreciable- porque eso iba en gustos
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