Por fin me he hecho con esta novela, gracias a la reedición de Alfaguara. En El malogrado asistimos a la relación amistosa y triangular de tres hombres que reciben clases de piano en Salzburgo: el narrador, el suicida Wertheimer y el pianista Glenn Gould (en realidad, un Glenn Gould ficticio, pero basado en el auténtico). Y de cómo el tercero se convierte en un genio del piano, algo que acaba afectando a los otros dos. El narrador comienza su historia de regreso al lugar donde Wertheimer se suicidó y va tirando del hilo hacia atrás, con esa prosa musical y en bucle tan característica de Bernhard, siempre un azote de la sociedad:
En la Ciudad Vieja, todo nos había producido un efecto paralizador, el aire no se podía respirar, las personas no se podían soportar, la humedad de los muros nos había debilitado a nosotros y a nuestros instrumentos. En general, sólo habíamos podido continuar el curso con Horowitz porque nos habíamos marchado de la ciudad, que en el fondo es la más hostil al arte y al espíritu que se puede imaginar, un estúpido poblacho de provincia con personas tontas y muros fríos, en el que, con el tiempo, todo se convierte en estupidez, sin excepción.
[Traducción de Miguel Sáenz]