Un aviso: quien vaya a ver esta película debe tener muy presente (como yo lo tuve antes de ir al cine y verla en 3-D) que en realidad Tim Burton no adapta con fidelidad los libros de Lewis Carroll, sino que hace una reinterpretación. Como ya hiciera Steven Spielberg con Peter Pan en Hook (presentando a un Peter Pan ya crecido, volviendo al País de Nunca Jamás), Tim Burton arranca con su Alicia cuando ya tiene 19 años y regresa a ese ámbito de animales que hablan, sombrereros locos y orugas que fuman, un mundo del que duda desde el principio: ignora si es sueño o realidad. El director logra levantar un espectáculo asombroso, reviviendo ese universo loco y colorido que ya habíamos imaginado los lectores de Alicia. Con películas como ésta, El Señor de los Anillos o Avatar el espectador es capaz de creer que lo imposible se haga carne en el cine: recordemos la escena en la que vemos a una Alicia de casi 2 metros junto a una Helena Bonham Carter bajita y cabezona y un Crispin Glover casi tan flaco como una carta y alto como un árbol. Destacan, en el reparto, Johnny Depp y, sobre todo, Helena Bonham. Uno disfruta con personajes como la liebre, el perro o la oruga. Sin embargo, al final queda la sensación de que el director no ha ido tan lejos como esperábamos. Sale uno pensando: “No está mal, pero le falta algo”. Le falta la chica que tenía, por ejemplo, Big Fish. Le ocurre, a mi entender, como a Avatar: técnicamente es impecable, pero el subtexto no va más allá de las dudas de una chica agobiada por las indecisiones. Tal vez la respuesta sea ésta: el libro de Carroll parecía destinado a los niños, pero era para los adultos; la película de Burton parecía destinada a los adultos, pero es para los niños. Y yo disfruté del espectáculo visual como un niño.
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