La semana pasada vimos a Violeta Pérez en Don Carlos, la obra que se representa en el Teatro Valle-Inclán de Madrid. Violeta brilla sobre los escenarios. Baila, se retuerce, dialoga, ofrece monólogos, se desnuda, arde. Dos horas ante el público, desbordando talento. Es un torbellino, pero eso ya lo sabíamos. La obra no me apasionó (el montaje es demasiado raro y vanguardista). Los actores, sin embargo, lograron que mereciese la pena.
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