La primera sorpresa de “District 9”, el debut de Neill Blomkamp tras la cámara, es que está ambientada en Sudáfrica, en concreto en Johannesburgo, donde nació el director. Cuando ya estábamos cansados de ver películas con extraterrestres eligiendo Nueva York, Los Ángeles o Washington para aterrizar, Blomkamp y su productor, el visionario Peter Jackson, cambian el escenario y la idea resulta positiva para el espectador. La segunda sorpresa es que, al contrario de lo que ocurre en “Tiburón” o “Alien”, aquí el director muestra desde el principio a sus criaturas; es entonces cuando uno se da cuenta: lo que más le interesa no es el aspecto de los alienígenas, sino su conducta y la del protagonista. Y aquí entra otra de las sorpresas: el protagonista es un personaje totalmente alejado de los patrones heroicos de Hollywood. Interpretado por el actor Sharlto Copley, es un agente al que ordenan pasar de la oficina a la acción; pero es un agente torpe, algo cobarde, cuyos gestos y actos durante la primera mitad de la película motivan la risa y la compasión. Es un papel en la línea del de Kurt Russell en “Golpe en la pequeña China”, o sea, el fulano experto en meter la pata. Cuando uno descubre que su personaje va a sufrir una transformación en varios aspectos, es cuando comprende la elección del actor y la creación de este agente.
Se nota en la pantalla que Blomkamp se inspira en montones de filmes, y a veces los homenajea: “Alien”, “Robocop”, “Enemigo mío”, “La mosca”, “Posesión infernal”, “Encuentros en la tercera fase”. No faltan un par de guiños a los videojuegos de acción en primera persona. “District 9” arranca a la manera de “Monstruoso (Cloverfield)” y “El proyecto de la Bruja de Blair”, pero con cámaras de la tele grabando el asunto, en una mezcla de falso documental y boletín del telediario. Cuando la acción se centra exclusivamente en el agente Wikus, desaparecen durante algún tiempo las grabaciones de televisión. En líneas generales, el argumento nos cuenta que una nave extraterrestre se detuvo sobre Johannesburgo unos 20 años atrás, y el gobierno se encargó de aislar a los alienígenas en una zona conocida con el nombre de “Distrito 9”, donde sobreviven entre chabolas y escombros, sometidos al hambre y a las condiciones de chantaje y mercado negro de los mercenarios. El agente Wikus tiene que informarles de su traslado a otra zona. Se trata de un desahucio. Y ahí arranca la película.
Aviso: este párrafo contiene algunos “spoilers”. Lo más interesante de “District 9”, aparte de la manera en que está rodada y de los giros de guión y las sorpresas, es su alegoría sobre el racismo y la xenofobia. Alguien ha citado el apartheid, y la trama no se aleja mucho del tema. Los aliens no llegan en son de guerra. Pero los hacinan en chabolas, en condiciones lamentables, y por la ciudad empiezan a pegar carteles y avisos de prohibiciones. “Prohibida la entrada a no-humanos”. “Este autobús es sólo para humanos”. Los alienígenas, dado su parecido físico con los crustáceos, empiezan a ser conocidos con un mote despectivo: “las gambas”. Durante el desahucio asesinan a unos cuantos. Son, en suma, proscritos. No son bienvenidos. Lo cual dice mucho sobre el carácter del ser humano. Pero entonces la trama da un giro porque el agente Wikus es infectado y empieza a mutar, a convertirse en uno de ellos (como en “La mosca”, con los desprendimientos que la mutación acarrea), a transformarse en un mestizo. Esta alegoría sobre los extranjeros, sobre otras razas, sobre quienes son diferentes o quienes mezclan su sangre con la de otros, es lo más impactante, para mí, de “District 9”. Sólo le reprocho el exceso de tiros de la última parte.