El verano anterior, en la Semana Negra de Gijón, un acontecimiento destacó sobre el resto de actos y presencias: regalaban el libro “Aullidos”, compuesto por varios relatos inéditos del escritor norteamericano Marc Behm. Una edición de mil ejemplares sólo para regalar, editada por la Semana Negra. Quienes somos lectores de novela negra y no fuimos a Gijón en esos días nos tiramos de los pelos. La única manera de conseguir el libro era viajar hasta allí. O lograr que alguien se hiciera con un ejemplar y te lo enviase. Por entonces yo sólo había leído un libro extraño de Behm: “No pretendas saber más”, comprado en la Cuesta Moyano por unos tres o cuatro euros junto a “Un hombre al margen” (pendiente de lectura). Y estaba loco por hacerme con “La mirada del observador”, que me habían recomendado algunos amigos, entre ellos el poeta Karmelo C. Iribarren. Ha pasado casi un año desde entonces. Pero la espera ha merecido la pena: reeditaron “La mirada del observador” y me han enviado un ejemplar de “Aullidos”. Éste último lo he conseguido gracias a un buen amigo: Manolo D. Abad, de quien he hablado ya en este periódico porque, aunque vive en Oviedo, viaja a menudo a Zamora. Jesús Palacios, ensayista y crítico de Fotogramas, le dio un ejemplar de los relatos de Behm a Manolo, enamorado del género criminal. Y me lo envió.
Si rebuscan en los archivos de la web de la Semana Negra encontrarán en pdf el número correspondiente al quince de julio del año pasado de la revista “A quemarropa”. Es el número en el que anunciaban la presentación del libro y el regalo del mismo a los asistentes. Incluyeron, además, tres de esos relatos. Pueden leerse en el pdf. En la sección “El Gabinete del Doctor Palacios” de aquel periódico escribía Jesús Palacios que Marc Behm “como tantos otros antes que él, encontró refugio final en Francia, esa república de sabios, que todavía hoy sabe dar cobijo a los errantes hijos de la noche”. Behm se exilió en Francia, tras su paso por Hollywood, y allí murió dos años atrás, sin que yo recuerde haber encontrado rastro de su muerte en la prensa. La edición de “Aullidos” se abre con un prólogo de Paco Ignacio Taibo II.
El estilo de Marc Behm no se parece al de ningún otro. Nunca es previsible. En algunas de esas historias cortas no nos desvela hasta la última línea quién es el asesino: creíamos que era un hombre, pero al final nos aclara que no, que era un niño; o un animal. Así sucede en “Jake”, que cuenta otra versión de los crímenes de Jack el Destripador. Un muchacho pobre llamado Jake (pero al que en la prensa bautizan como Jack) que roba un cuchillo y se dedica a matar mujeres. Su agilidad narrativa recuerda quizá a la de James Ellroy: frases cortas, sentencias como disparos, una prosa telegráfica. En estos relatos hay mujeres que asesinan a sus maridos para cobrar la herencia o muchachos que venden su alma a una diabla con la intención de echar un polvo con ella. Marc Behm colaboró en el guión de varias películas. Por ejemplo, en la maravillosa “Charada”. O en “Help!”, con The Beatles. A veces el lector cree que Behm le está contando una historia realista y entonces sucede lo insólito: el protagonista es el fantasma de un poli recién asesinado, o aparece un personaje que trafica con almas. Otros relatos, en cambio, son puro género negro (con variantes). La narración es tan rápida y cinematográfica que puede que en tres líneas el protagonista sepa cómo resolver el caso, viaje en avión a otra ciudad y hable con el sospechoso. Marc Behm hace el montaje con palabras. Sus aullidos resuenan en el lector mucho después de haber conocido a la extraña fauna que puebla sus páginas.