A estas alturas de la semana los eventos poéticos de los que quiero hablar ya han aparecido en numerosos blogs, páginas web, perfiles y fotografías de Facebook y tal vez hayan sido recogidos visualmente en uno o dos álbumes de Flickr. En esta ocasión voy con retraso. Así que la pregunta es: si ya escribieron unas cuantas personas de este tema, ¿por qué iba a escribir yo, si tal vez no sepa aportar nada nuevo? Y, tras darle vueltas, encuentro por fin una respuesta: para que quede en el papel. Porque, en los tres actos literarios a los que asistí la semana pasada no había, como viene siendo habitual, nadie de la prensa, nadie de la radio, nadie de la televisión (esto hubiera sido un milagro). Los blogs están bien, pero hay gente que sólo le da importancia al papel, al periódico que se vende en los kioscos y se puede leer en las barras de los bares y de los cafés. Debes ponerlo en el papel, me digo. Para que no se pierda.
En esos tres actos se presentó el nuevo poemario de David González, “Loser”, publicado por Bartleby Editores, la editorial que más veces ha apostado por este poeta amigo y hermano. En “Loser” (que significa “Perdedor”, por si queda alguien que no lo sepa) se incluyen un total de treinta poemas y veinticinco ilustraciones de dibujantes, poetas, escritores, diseñadores, fotógrafos, pintores. Hay una ilustración de mi madre, y no lo apunto porque sea mi madre, sino porque así anoto el vínculo zamorano con el libro. Y además David, si nada se tuerce, estará presentando este poemario a finales de junio en Zamora, lo que para mí es un honor. En la primera de las presentaciones estuvimos por Lavapiés, tomando cafés y cañas. Luego fuimos a la Librería Traficantes de Sueños. Poca gente. Sólo amigos, ningún curioso. El movimiento se demuestra andando y apenas hubo movimiento de “fans”. No digo más. Pero un poeta no debe rendirse y, aunque éramos un puñado de colegas, ofreció el recital. Lo presentó el editor, Pepo Paz, que ha añadido a la portada del libro un exquisito color verde manzana que resalta mucho, un color que no es habitual ver en las mesas de novedades de las librerías. Del graffiti que ilustra esa portada es autor el Sr. X.
Pero vayamos con “Loser”, que es de lo que se trata. El viernes por la mañana, un poco pillado de tiempo, lo leí de un tirón. Tenía muchas ganas de hacerlo. Y lo releí el sábado (ya en Zamora, donde fui a pasar menos de treinta y seis o treinta y siete horas), tras volver a casa derrotado de cansancio, a las dos de la madrugada. ¿Y te pusiste a leer a esas horas?, preguntará alguien. Claro que me puse a leer; a releer, mejor dicho. Porque los buenos poemas son gasolina para el alma. Aportan energía, reconfortan e incluso reconcilian a uno con el género humano. Un buen poema me da más fuerzas que un Red Bull. Y, al igual que sucede por ejemplo con los poemas de Déborah Vukušić, Isabel García Mellado o Javier Das (de quienes también hablaré mañana), los poemas de D. G. resuenan en mi cabeza horas después de haberlos leído. Estoy en la barra de un bar, o caminando de noche por una calle solitaria, cuando algunos versos irrumpen en mi memoria. Versos de “Loser” que no logro olvidar: “(…) eché un candado a mis labios y me alejé de la guerra”; “los políticos / estrechan la mano / pero no la dan”; “bailemos por los que no pueden”; “aïsha / aïsha / écoutez-moi // Escúchame: // tú eres la canción // música / para los poetas”. En “Loser” aparece el propio David, pero también desfilan musas, yonquis, mujeres que hablan con las tumbas de sus hombres asesinados, gente en silla de ruedas, malditos y perdedores de corazón limpio. Poemas que no dejan a nadie indiferente.