EL PODER DE LA MÚSICA
Sobre la mesa no era más que un rectángulo plateado con unas letras grabadas. Pero cuando él cogió la armónica y empezó a tocar, ella cerró los ojos y se vio en un vagón de tren; escuchó, superpuesto a la melodía, el ruido de la máquina, el roce de las ruedas sobre las vías, los mugidos de las vacas; olió el carbón, la paja, el ganado, el inmenso río sobre el que cruzaron traqueteando. Sobre la piel sintió las ropas sudorosas y agujereadas. A través de los párpados, entrevió los juegos del sol con la penumbra y las tablas de madera rotas. Tuvo la seguridad de que aquel lugar que cruzaban era una pradera del centro de Arkansas; y la intuición de la libertad, la aventura, el hambre.
Cuando abrió los ojos, dudó si contar lo que había vivido; pero entonces vio cómo él desentumecía brazos y piernas y supo que habían viajado juntos, en aquel vagón de tercera, sin billete, hacia ninguna parte.
Sobre la mesa no era más que un rectángulo plateado con unas letras grabadas. Pero cuando él cogió la armónica y empezó a tocar, ella cerró los ojos y se vio en un vagón de tren; escuchó, superpuesto a la melodía, el ruido de la máquina, el roce de las ruedas sobre las vías, los mugidos de las vacas; olió el carbón, la paja, el ganado, el inmenso río sobre el que cruzaron traqueteando. Sobre la piel sintió las ropas sudorosas y agujereadas. A través de los párpados, entrevió los juegos del sol con la penumbra y las tablas de madera rotas. Tuvo la seguridad de que aquel lugar que cruzaban era una pradera del centro de Arkansas; y la intuición de la libertad, la aventura, el hambre.
Cuando abrió los ojos, dudó si contar lo que había vivido; pero entonces vio cómo él desentumecía brazos y piernas y supo que habían viajado juntos, en aquel vagón de tercera, sin billete, hacia ninguna parte.