El Rastro es el lugar donde se reúnen los personajes más pintorescos de la ciudad. El domingo pasado volvimos por allí. Llevaba varios meses sin ir porque, aunque me gusta este gran mercado donde se encuentra de todo, me agobian las muchedumbres. Eché un vistazo a los libros, sin hallar nada que me acomodase o estuviera buscando. Y luego me pasé a las películas. Es inevitable: del Rastro uno siempre vuelve con anécdotas en el bolsillo. Al principio busqué yo mismo los títulos en los cajones, mientras nos sorprendía una lluvia fina que hizo que los comerciantes corrieran en busca de lonas y de plásticos para que no se les empaparan las mercancías. En cambio, hubo un librero que ni se molestó en cubrir sus ejemplares. El resultado fueron libros de portadas ligeramente húmedas. Escuché a una señora abroncar al marido porque no se había dado prisa en tapar los volúmenes. No recuerdo qué le dijo, pero sonaba a “No vales para nada. Estás embobado”. Luego salió el sol y nos achicharró los cogotes y las espaldas. Se hacía tarde y, en vez de buscar las películas, opté por preguntar a los vendedores. No sé para qué, pues estoy convencido de que ni siquiera conocen los títulos del muestrario. Ahora van unos ejemplos.
Le pregunté a un tipo si tenía alguna copia de “Fuga de Alcatraz”. Me respondió: “No, no sé cuál es. Ni siquiera me suena”. ¿Cómo puede alguien vender dvd’s y no saber cuál es “Fuga de Alcatraz”, una de las películas imprescindibles del género carcelario, con Don Siegel en la dirección y Clint Eastwood de protagonista? Además, la han pasado cien mil veces por televisión. Fui a otro puesto, le pregunté al vendedor por la misma película. Dijo: “No me queda. Pero mira, aquí tienes muchos westerns. Y, aquí, unas cuantas de acción”. “Fuga de Alcatraz” no tiene nada que ver con el western ni con las cintas de acción. Supongo que la memoria del hombre identificó a Eastwood con los poblados polvorientos y los cactus y los caballos, y tal vez creyó que mostraban Alcatraz en las películas de pistoleros. En otro puesto me sucedió lo mismo. ¿Tienen “Fuga de Alcatraz”? “No, pero tenemos muchas del Oeste”. En una tienda de dvd y vhs (no en un puesto ambulante), mientras miraba por aquí y por allá, escuché los comentarios de dos de los encargados, con pinta de jefes, respecto a un empleado al que ordenaron acarrear cajas: “Éste no da para más”. Me recordaron a las novelas de William Faulkner y Erskine Caldwell, cuando los personajes hablan de los tarados. En otra de las tiendas, al pasar junto al escaparate, vi expuesta una película que jamás había visto antes en dvd. Entré a preguntarle el precio al fulano. Me dijo: “Esa no la tengo. Ni siquiera existe en dvd”. Respondí: “Eso creía yo, pero como la he visto en el escaparate…” El hombre se sorprendió: “No puede ser, será algún anuncio”. Busqué entre las carátulas colocadas en el escaparate: “Mire, aquí está”. El vendedor no salía de su asombro: “Vaya, hombre, esta mañana vinieron a preguntar por ella y les dije que no la tenía”. Perdió una venta por no fijarse. Luego explicó que el jefe la habría puesto en el escaparate, o que nadie le dijo nada.
Iba con unos amigos y compraron una vieja maleta. Uno de esos maletones recios, sólidos, como los que tuvieron nuestros abuelos y que los hombres acarreaban antaño, cuando se iban a buscar fortuna a otros países. Al pasar junto a uno de los puestos ambulantes, el vendedor dijo: “Eh, ¿en cuánto la vendes? Te la compro”. Juro que a la vez que hizo la pregunta soltó un lapo. Nunca había visto a nadie hablar y escupir al mismo tiempo. Una proeza. Un fenómeno.