En estas fechas, como es habitual, repiten las mismas películas en televisión: “Ben-Hur”, “Quo Vadis”, etcétera. Todos los años igual. Parece que todavía estemos en los setenta (esas películas en los cines) o en los ochenta (esas películas en televisión). A veces uno siente la necesidad de ver algo diferente, ruega para que en las cadenas alguien sea original. A veces uno tiene ganas de ver una buena película francesa, por ejemplo, pero no es fácil. En España no se estrena ni la mitad de lo que producen en Francia. En la tele ni les cuento. Ya no se ve tanto cine francés en nuestro país como antaño. Otro problema es que muchas películas francesas contemporáneas tienen cierto regusto plomizo. Son aburridas, vaya. Salvo excepciones. Les falta la frescura de, por ejemplo, el cine francés de los años sesenta, de la nueva ola. En las últimas semanas he vuelto a ver o he visto por primera vez tres filmes franceses que hicieron historia y que las nuevas generaciones seguro que no conocen.
Primero me compré una edición en dvd de “Al final de la escapada”, o sea, “À bout de soufflé”, de Jean-Luc Godard. Tuve la fortuna de verla hace muchos años en una filmoteca. Es maravillosa. Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg son dos iconos muy potentes. Sus figuras en la película se han convertido en iconos del pop. De crío me entusiasmaban las pelis de Belmondo, esas en las que, ya maduro y comido de arrugas, encarnaba a policías duros con sonrisa de granuja. Imposible olvidar el momento en que, en esta cinta de Godard, se acaricia el labio. Y no se puede olvidar a Jean Seberg. En esa película, con su imagen de rubia de pelo corto con cara de ángel, es capaz de enamorar a los muertos. Y entre ellos descansa desde el setenta y nueve, cuando fue hallada muerta en un coche. Tenía cuarenta y un años. Hay una secuencia en la que Belmondo y Seberg conversan, en una cama, que es de lo mejorcito que puedes ver en una pantalla. Días después fui a alquilar “Banda aparte” al videoclub, ya que no encontré una copia en las tiendas. El director también es Godard. Y construye un relato de género negro dándole una pirueta. Es género negro, pero no lo parece. Aquí tenemos un triángulo: el que forman una mujer y dos hombres, amantes de la literatura sobre crímenes y que acabarán involucrados en un robo. Yo no había visto la película y llevaba años buscándola. Algunas de sus escenas fueron homenajeadas por Bernardo Bertolucci en “Soñadores”. Hay, al menos, un par de ellas inolvidables: la carrera de los tres protagonistas atravesando el Museo del Louvre y el baile que se marcan en un bar. Hace poco, por cierto, Manuel Vilas colgó en su blog un vídeo con dicha escena. Está en el YouTube, véanla. Además, sale otra mujer de bandera: Anna Karina. Sus ojos y su flequillo negro seducen a cualquiera, sobre todo a la cámara. La tercera película es “Jules et Jim”, de François Truffaut. Creo que la vi cuando era un chaval, porque incluso tengo o tenía por ahí el famoso cartel, donde se ve a la deliciosa Jeanne Moreau vestida de golfillo callejero, corriendo delante de Jules y Jim. Empieza contando una historia entusiasta y termina con secuencias y diálogos plenos de melancolía. Se trata de otro triángulo: dos amigos y una mujer caprichosa capaz de volverlos locos.
Cine diferente. Revolucionario. Nouvelle vague (nueva ola). No olvidemos la influencia que ejercieron estas películas sobre Tarantino. Su productora se llama “Band apart”. En “Pulp Fiction” hay referencias a la nueva ola. Y Uma Thurman, allí, era una moderna Anna Karina. Si pueden, véanlas estos días. Siempre será mejor que la tele. Me entusiasman “Ben-Hur” y “Espartaco”, pero tanta repetición cansa.