A principios de este año esperábamos la publicación de dos antologías que dan “voz” a algunas de las mejores poetas de este país: “23 Pandoras. Poesía alternativa española”, coordinada por Vicente Muñoz Álvarez, y “La manera de recogerse el pelo. Generación Bloguer”, coordinada por David González. La edición de esta última se ha pospuesto hasta octubre. La primera se publicó en la fecha prevista y ha sido un éxito y sus autoras no paran de hacer presentaciones por varias ciudades de España. El sentido de la solidaridad entre estas poetas es tal que suelen leer como mínimo un poema de cada autora, esté o no presente en el recital de marras. En Fnac Callao, en la segunda presentación del libro, las asistentes se pusieron de acuerdo para leer poemas suyos y poemas de las ausentes. El viernes por la noche, en Pipo, un rincón de Lavapiés junto al Café Barbieri, tres de ellas volvieron a presentar “23 Pandoras”: Inma Luna, Ana Pérez Cañamares y Déborah Vukušić leyeron exactamente veintitrés textos. Las tres recitan bien, cada una con su propio estilo. Aunque no había demasiado público, al final hubo debate entre ellas y algunos de los asistentes. Son estas presentaciones, informales, en un ambiente acogedor y con una cerveza en la mano, las que me gustan de verdad. En los bares y en las salas donde sirven algo de beber no hay esa tensión propia de los actos oficiales: las luces juegan un papel muy importante; si rebajas las luces, el público se relaja; si una luz muy intensa, de interrogatorio, domina todo, la gente está un poco incómoda.
Antes del acto coincidimos casi todos en un bar que está a dos pasos de Pipo: el Quijote. Y después de beber un par de cervezas durante y después del acto, nos fuimos a un garito a continuar la noche: a Máximo. Vi allí, a la venta, un libro de Tonino Carotone y Federico Traversa, que sólo se ha publicado en italiano: “Il Maestro dell’ Ora Brava” se titula. La noche siguiente volví por ese bar con unas amigas. Unas decían que Tonino nació en Italia. Otras, que nació en España. Lo compruebo ahora en Wikipedia: nació en Burgos y en realidad se llama Antonio de la Cuesta. Me gusta el nombre de la editorial: Chinaski Edizione. Sobre todo en estos tiempos, en los que está de moda otra vez poner a parir a Charles Bukowski. Yo sigo leyéndolo y releyéndolo cada poco. En especial su poesía.
Algunas noches empiezan muy bien y terminan fatal. ¿Nunca te ha ocurrido eso de estar acodado en la barra de un garito, de noche, y que alguien te dé una mala noticia? Tengo memoria de algunos momentos en que, allá en mi ciudad natal, alguien llegaba y te decía que tal o cual persona había sufrido un accidente, o que a tal o cual amigo acababan de apalizarlo. Y el regocijo se evaporaba y ya sólo querías brindar por los que no están, pagar tu copa e irte a casa. La noche del viernes, en Máximo, supe que un antiguo compañero de clase, con quien había estudiado en el Instituto Claudio Moyano de Zamora, acababa de fallecer unos días antes. Tampoco me contaron mucho al respecto. Sé que en los últimos años estuvo enfermo y que la última vez que nos encontramos lo noté muy delgado. Hacía años que no lo veía. Ya he perdido por el camino a unos cuantos compañeros de clase o de generación, gente con la que estudié o con la que jugaba de pequeño. Duele mucho. A uno se le encoge el estómago, piensa en el pasado y luego trata de rehacerse asumiéndolo. Pero no lo asume. Es decir: se asume que el ser humano es mortal, pero no que tus viejos compañeros caigan cuando ni siquiera tenían arrugas. Me fui roto para casa.