Estuve tomando una cerveza con Raúl Delgado, de La Sonrisa de Julia, y me dijo que llenaron el Teatro Apolo de Almería. No se lo esperaban. Al parecer, fue un espectáculo para recordar: lleno absoluto y un público muy entregado que se sabía las letras de las canciones. Es una buena noticia para la música de este país. Me dijo que Zamora es una ciudad con magia, con un encanto especial. Y estoy de acuerdo. Lástima que tanta gente deba hacer la maleta para buscarse los garbanzos en otras tierras. Raúl y yo recordamos entonces la primera vez que tocaron en Zamora, en El Café de Ordax. Sólo estábamos los amigos y poco más. Cómo cambian las cosas. Parece que el público prefiere esperar a que los músicos de este país alcancen la fama antes de ir a verlos o apostar por ellos. En España, si no sales primero en la televisión la gente no se fía, no se atreve a gastarse los cuartos. Recuerdo las frases que oía en el instituto: “Tengo que pillar ese disco: lo han anunciado en la tele” y “Me gustaría ver esa película que anuncian mucho en televisión, aunque no sé de qué va”. Estamos demasiado sometidos a prejuicios. Hace unos pocos años decías que ibas a ver un concierto de La Sonrisa de Julia o de Vetusta Morla y te miraban igual que a un loco. “¿Quiénes? No me suenan”. Pues hay que investigar un poco, hombre. Se debe apostar también por quienes empiezan, por quienes no son famosos. Aprende a fiarte del olfato, de la intuición y no sólo de los anuncios y los cantos de la fama.
Hablando de buenas noticias para la música, el jueves pasado los chicos de Vetusta Morla ganaron tres Premios de la Música, en las categorías de “Autor Revelación”, “Artista Revelación” y “Mejor Álbum de Pop Alternativo”. La suya es una historia de sacrificio y tesón, de esas que gustan mucho en Norteamérica porque simbolizan un poco lo que es el sueño americano: la gesta de quienes creyeron en sí mismos y avanzaron durante años, contra viento y marea, hasta lograr lo que esperaban. Pero no la voy a repetir aquí porque ya la he contado una o dos veces. En los últimos meses he visto a ambas bandas salir en los telediarios y esa es buena señal. No es fácil mantenerse en racha en estos tiempos de crisis y vender discos cuando el personal quiere descargárselos de internet. No es fácil seguir llenando salas de conciertos ni que la peña se aprenda las letras de los temas. Es un logro en esta época.
Pese a las circunstancias la música se mueve, hombre. Es necesaria para el ser humano, e incluso para las fieras y para las plantas. Dicen que está demostrado. Uno de los mejores inventos de estos tiempos es el canal de radio de iTunes, que cité antaño: me permite descubrir temas alternativos, música de lugares remotos y exóticos, de todo un poco. Y, para acabar, me gustaría traer aquí unos cuantos versos de Dave Alvin, aún mejor poeta que cantante. Son unos versos sobre el poder de las canciones. En el poema, Alvin habla de un concierto de Curtis Mayfield, del que salió creyendo en la magia de la música. Pero que siga él: “Creyendo en que las canciones / son aún capaces de sacarte de la cama por la mañana / cuando no encuentras una razón para hacerlo. // Creyendo en que las canciones / son aún capaces de curar la soledad y un corazón roto. // Creyendo en que las canciones / son aún capaces de enseñarnos a no matarnos los unos a los otros, / aunque sólo sea durante tres minutos. // Creyendo en que las canciones / aún compensan todas las frustraciones / y las decepciones / y las alegrías / de una vida tocando en bares de carretera”. Ahí queda eso, Alvin.