Tras ver el primer episodio de la tercera temporada de Muchachada Nui pensé en dos de los personajes más célebres del programa, opuestos entre sí: Enjuto Mojamuto (“Interneeeee”) y Marcial Ruiz Escribano (“Para serviros”). Para quien no lo sepa, el primero es un dibujo animado hecho por Joaquín Reyes. Enjuto tiene unos veintinueve años, si atendemos al sexto episodio de la segunda temporada: en el sketch titulado “Grandes momentos de la vida de Enjuto” aparece de bebé y la fecha es 1980. Y su vida consiste en estar siempre solo, en su cuarto, conectado a internet. El segundo, Marcial, es un gañán de pueblo de carne y hueso, a quien Ernesto Sevilla interpreta con mucha gracia. Aunque los dos personajes son los más famosos de Muchachada Nui, es notorio que quien se ha convertido en icono de estos tiempos y en símbolo de quienes adoramos la informática y la red es Enjuto Mojamuto. En torno a dicho “friki” hay todo un merchandising. Pero, que yo sepa, no pasa igual con Ruiz Escribano.
Le estuve dando vueltas y creo que parte del éxito guarda relación con los tiempos. Me explico: Marcial Ruiz hace chistes rurales y demuestra la rudeza propia de quienes viven desde críos en las aldeas, pero hoy apenas pisamos los pueblos. Los espectadores saben poco del mundo rural, si acaso lo que les han contado sus padres. Marcial simboliza el regreso al pasado, a un tiempo en el que los hombres se ponían al fresco y jugaban a las cartas para matar la tarde. Enjuto Mojamuto, por el contrario, simboliza el presente, aunque jugando con la hipérbole, exagerando el retrato de ese joven que aún parece un adolescente y que pasa casi todo el día con la nariz pegada a la pantalla del ordenador. Todos entendemos sus chistes. También nos divertimos con los de Marcial, pero nos reímos más con Enjuto porque comprendemos, porque nos está hablando de nosotros mismos, o de gente a la que conocemos: del spam, de los correos electrónicos, de los antivirus, de las novias por chat que podrían ser hombres con una falsa identidad, de la mula y sus descargas. Ese es uno de los grandes aciertos del programa en esta nueva etapa, tras La Hora Chanante: Mojamuto conecta con el mundo contemporáneo. De ese modo, comprobamos cómo en la televisión (también en el cine o en el cómic) se hace uso de las nuevas tecnologías, algo que en castellano y en literatura no está a la orden del día, pues son pocos quienes se atreven a dar el paso. Ray Loriga decía que en España se escribía como si no existiera la televisión. La frase tiene ya unos cuantos años. Ahora podríamos afirmar que en España hoy se escribe como si no existieran los ordenadores ni internet, esenciales en nuestras vidas.
Pero no todo es así, ya. Por eso agrada ver cómo en algunos libros nos hablan del presente, incluyendo en los discursos variadas referencias a las nuevas tecnologías. Pienso ahora mismo en “Mis dos mundos”, el libro del argentino Sergio Chejfec. Pienso en ese pasaje (el fragmento está colgado en mi blog) en el que desvela cómo la navegación por internet le ha cambiado hasta tal punto que, cuando ve algo, lo relaciona inmediatamente como si se tratara de links. Los objetos y las imágenes le llevan a evocar otros pensamientos, de manera tal que crea “delirantes ramificaciones temáticas que me desbordan y dejan exhausto”. Pienso en “La cámara de niebla”, de mi colega Alfonso Xen Rabanal, citado semanas atrás: el cuerpo del libro está organizado como un blog, y la mayoría de los textos provienen de su bitácora. Pero lo más interesante es el momento en que alude a las resacas como antivirus para eliminar los malos ratos y los recuerdos que le atormentan.