sábado, enero 17, 2009

Sobrecarga

Podría ser un día cualquiera, pero es viernes y los viernes todos estamos más cansados. Me levanto dispuesto a encarar el mundo y cumplo con los blogs y el correo, pero luego me acomete una especie de pereza terrible. O tal vez sea la sobrecarga de noticias, eventos, estrenos, publicaciones y anécdotas con las que me desayuno, acompañado de varias tazas de té. Tal vez todo el repaso que doy a la actualidad, a la prensa y a las bitácoras, me haya dejado bloqueado para la acción. Quiero hacer un montón de cosas este fin de semana y no sé por dónde empezar. ¿Por dónde empiezo? Han abierto una exposición en el Museo Mapfre: una retrospectiva sobre Walker Evans, uno de los grandes fotógrafos de los Estados Unidos. Meses atrás reeditaron un libro en el que, junto a textos de James Agee, retrataba la América pobre y profunda. El libro es “Elogiemos ahora a hombres famosos”. Lo compré entonces y todavía no lo he leído. Se me acumulan las lecturas. Esta semana he leído tres libros: “La extranjera”, “Sida mental” y “Vía Revolucionaria”. Con “semana” me refiero a los días comprendidos entre el lunes y el jueves. Cuando se publiquen estas líneas espero haber leído uno o dos más. No se asusten: algunos de esos libros tienen apenas cien páginas, se leen en un rato. Volviendo al principio: quiero ir a ver la exposición de Evans en Madrid.
Estrenan varias películas apetecibles. Es buena temporada porque se acercan las ceremonias de los Goya y los Oscar y acaban de entregar los Globos de Oro y eso significa jugosos estrenos. Aún tengo pendientes “Mi nombre es Harvey Milk” y “Resistencia” y ya estrenan “Siete almas” y “La clase”. A priori “Siete almas”, la de Will Smith, no me interesa demasiado. Pero dirige Gabriele Muccino, el tipo que le dio a Smith su mejor papel, el de “En busca de la felicidad”. Siento aprecio por Muccino porque realizó una de mis películas favoritas del cine italiano de los últimos años: “El último beso”. Estrenan también “El truco del manco”, pero no sé si me apetece verla. Ahora vamos a mostrar los paralelismos y diferencias entre el cine norteamericano y el cine europeo y, por favor, que nadie se ofenda. Para la película española “El truco del manco” el director necesitaba a alguien con discapacidad y, efectivamente, fichó a alguien con discapacidad y el filme ha entusiasmado a la crítica. Para la francesa “La clase” reclutaron a alumnos de verdad y el protagonista es el auténtico profesor que escribió el libro en el que se basan. Nada de estrellas en ambos casos. En el cine norteamericano necesitaban a un tullido para “Valkiria”, la historia de un complot alemán para asesinar a Hitler, y contrataron a Tom Cruise, que simuló las taras de su personaje con ayuda de maquillajes: un solo ojo y una sola mano, y ésta sólo con tres dedos. Es decir: en el cine europeo se contrata a alumnos y discapacitados de verdad; en el cine yanqui contratan a estrellas y las maquillan. ¿Esto es bueno o malo? Pues depende, como siempre: acudir a alguien anónimo logra que las historias sean más creíbles para el espectador; pero eso jugará en su contra en la taquilla. O sea: que en USA apuestan por el dinero y en Europa apuestan por el arte.
Seguimos asistiendo a la masacre de Gaza. El jueves vi, en una librería, un libro de crónicas de mi paisano Agustín Remesal: “Gaza. Una cárcel sin techo”. Iba con prisa y al final no lo compré. Busco datos y me interesa porque no se trata de un ensayo escrito desde la comodidad de un despacho, sino que Remesal lo vivió. Es el resultado de su corresponsalía para televisión. Pero a fondo. Quiero ir a comprarlo. Es posible que, cuando estas líneas se publiquen, lo tenga ya en mis manos.