Es interesante en días navideños, aunque ya hayan pasado y el artículo quede obsoleto, sentarse en el sofá y estudiar lo que ponen en televisión. No veo ni rastro de “¡Qué bello es vivir!”, una de esas películas que me encantan, pero que casi he llegado a odiar. Abundan los programas de “Lo mejor del año”, “Especial Resumen Fin de Año” y cosas así. En esas fechas la programación mejora, aunque no demasiado. Quiere decirse que emiten más películas y que algunas son buenas. En época de crisis, el cine es una opción que nos aleja de los malos tragos: cine en la tele, en el dvd, en el ordenador, aunque yo soy de los que van a las salas a ver algunos estrenos, algo que en Madrid cuesta una pasta y por eso me toca recurrir a ofertas, cupones y días del espectador. Si vas a la matinal del sábado o del domingo te ahorras dinero; estas matinales son todo lo contrario a lo que conocimos en la infancia: ponen las películas en versión original y hay pocos espectadores y son adultos. No sé qué día es éste del que hablo: sábado o quizá domingo, o igual estoy hablando de los dos, de una mezcla confusa de ambos días, pero es lo mismo, se entenderá lo que quiero decir.
El asunto es que es fin de semana y estoy en Madrid y las navidades no han concluido y me entra el bajón: en esta ciudad estamos alejados de la mayoría de amigos y familiares, que quedaron atrás, en Zamora. Ni siquiera tengo ganas de leer, y este síntoma sólo lo padezco una o dos veces al año. Veo un poco la tele. En tiempo de vacaciones me gusta ver cinco o diez minutos de cada película, incluso aunque sea mala. Especialmente si es mala. Mucho cine en televisión, en esos días. Ponen “Big”, la de Tom Hanks. Me gustaba, pero no la veo desde el estreno o por ahí. Muy apropiada para las fechas: la historia de un niño grande, de un niño encerrado en el cuerpo de un adulto que se convierte en metáfora de los hombres que no quieren crecer. Peter Pan, ya sabes. En su cuarto hay juguetes y una cama elástica. Me acuerdo, mientras salto de canal en canal, del regalo que me envió una lectora con raíces zamoranas en los últimos días del año: un turrón de kikos. Todos los que conservamos algo de ilusión infantil aún comemos kikos. Es un turrón casero, artesanal. Es delicioso y no exagero, de verdad, si digo que es el mejor turrón que he probado nunca. También ponen “Misión Imposible 2”. Mi crítica de esta saga es así: la primera parte es tensa, interesante, me gusta; la segunda es un bodrio monumental; la tercera se puede ver, entretiene sin más. Empiezo a ver unos minutos de “MI2”. No recordaba lo de las máscaras. Tom Cruise coge a un tipo, le tapa la boca con cinta aislante y le coloca una careta de sí mismo (del personaje de Cruise), y luego él se calza una careta del otro para confundir a los malos. Y yo me echo unas risas. En este filme hay un baile de máscaras y me parece que el protagonista llega a ponerse encima tres o cuatro caretas distintas. Un despropósito.
Me da por pensar en los mensajes de felicitación de Navidad que me llegaron al móvil. Muy pocos. Me pregunto si es que ya nadie me echa de menos. Luego pienso: “Será la crisis”. Días después leo una noticia: dicen que este año la gente ha enviado menos sms. Por la crisis. En Cuatro, además de “Big”, ponen “Golpe en la pequeña China”, por la que confieso admiración. En Cuatro están obsesionados con los ochenta. Me acuerdo del último día del año. Estaba en la Plaza Mayor y se me presentó el cantante de Sandropop, diciendo que leía mi blog. No es de Zamora, pero va a la ciudad a menudo. Pronto oiré sus discos. Tras tanta tele, vamos al cine: “Australia”, especie de extenso anuncio de colonia en versión happy. Me aburre mortalmente.