Medio planeta esperaba el relevo. Esperaba a otro presidente en Estados Unidos. Cualquiera que no fuese George W. Bush. Ahora que por fin se ha logrado, ahora que renace un poco de esperanza en aquel país cuyas decisiones políticas afectan al resto del mundo, ahora que Barack Obama sustituye a Bush, es cuando algunas personas empiezan a desconfiar. Dicen que, en el fondo, Obama es más de lo mismo. Otro lobo, pero con piel de cordero. Vale. Puede que sea cierto. Puede que así ocurra. Ya veremos. Aún está por demostrar. Pero, como dijo alguien (ahora no recuerdo quién), nada puede ser peor que Bush. Igual que nada puede ser peor que tener de presidente a José María Aznar; ni siquiera lo sería Mariano Rajoy, si alguna vez ganara las elecciones. Es cierto que Bill Clinton no fue la versión JFK que creíamos, y que muchas de sus decisiones demostraron que era más de lo mismo, pero no fue tan dañino como Bush.
Lo que ocurre con Obama es que muchos ciudadanos despiertan así su racismo. Seamos claros: muchos ciudadanos prefieren a un blanco malo en la Casa Blanca que a un negro bueno. Aunque no sea negro. Aunque sea mulato. Pero no se fían de quien no es blanco. Tampoco se fían de las mujeres al mando. O quizá es como lo que me escribió una amiga hace poco, hablando de otro tema: “La gente no está acostumbrada a ser tratada con cariño”. El pueblo, en el fondo, prefiere recibir palos y mano dura. Mientras lo bañaban en críticas y aunque apenas había tomado el mando, Obama empezó a sorprender a sus detractores y recelosos con el decreto del cierre de Guantánamo dentro de doce meses. También vetó la tortura. Las cárceles ilegales de la CIA donde se torturaba a los prisioneros. A ello se suman otras decisiones importantes: el refuerzo de la Ley de Libertad de Información, el congelamiento de salarios de quienes trabajan en la Casa Blanca ganando cien mil dólares o más, los límites a los lobbies del gobierno, etcétera. Son las primeras decisiones de Obama.
Lo que más ha enfurecido a la derecha ha sido su resolución de autorizar “las ayudas económicas a los grupos de planificación familiar, sin tomar en consideración si apoyan el aborto” (El País), algo por lo que apostó Clinton, mientras que Bush hijo y Ronald Reagan retiraron esas ayudas. El Vaticano ya ha mostrado su disconformidad con la decisión. La noticia, como es frecuente en estos casos, se ha multiplicado en los medios. Es carne de articulistas de la derecha. Abundan las noticias y comentarios sobre el Vaticano y su disconformidad con la medida. Más o menos como siempre. Mientras tanto, en los mismos días, otra noticia que afecta a la iglesia es relegada. No tiene tanta repercusión. El tema no lo tratan en todos los periódicos, e incluso en algunos la noticia apenas ocupa mucho espacio. Casi es un breve. Algunos lectores ya sabrán a lo que me refiero. El titular dice así: “Decenas de alumnos sordomudos acusan de pedofilia a 25 profesores religiosos en Verona”. Se trata de “curas y religiosos del centro” en el que estudiaban los sordomudos, nos aclaran luego. Al menos del asunto se ha ocupado Carlos Boyero, en su artículo titulado “Niños”. Esa clase de noticias siempre tienen menos trascendencia en los medios. Un padre de familia que vea fotos de niños desnudos siempre estará en los grandes titulares y en los encabezamientos de los telediarios, pero un cura que abuse de esos niños va a la cola de los noticiarios. Es así, fíjense. Tal vez el Vaticano debería preocuparse más por quienes están vivos y sufren esos abusos por parte de los religiosos. Esos “casos aislados”, que llaman algunos. Mientras tanto critiquemos a Obama, ¿no?