El martes, tras la emisión de “House”, cambié de canal. En la segunda cadena de Televisión Española salían James Cromwell y Josh Brolin. Sabía que ambos rodaron juntos “W.”, la película de Oliver Stone sobre George Bush, y que interpretaban a Bush padre y a Bush hijo, respectivamente. Las escenas sólo podían pertenecer a ese filme, y pensé en algún reportaje sobre cine o sobre política (la salida del anterior presidente de Estados Unidos y la entrada de Barack Obama). Unos minutos después fui a mirar la programación de la tele en internet: estaban poniendo la película entera. Apenas cuatro meses después de su estreno en Estados Unidos y sin que hayamos podido verla en los cines españoles y sin que haya salido aún en dvd. Insólito. Me cabreó. Esperaba ir a verla en pantalla grande y en versión original y ya no podré hacerlo. Supongo que todo se debe a uno de estos dos motivos, o ambos: o las manipulaciones de Bush en la sombra para que la película tenga poca repercusión, dado que la emitieron sin apenas haberla anunciado (en Italia también fue así); o el escaso éxito de crítica y público que ha tenido. En los últimos tiempos Oliver Stone es una fuente de decepciones: “Alejandro Magno” me pareció una basura, sus documentales no me motivan y me faltaron ánimos para ver “World Trade Center”. De “Un día cualquiera” destaco a Al Pacino. Así que, en realidad, su única obra decente desde hace más de diez años sería “Giro al infierno”. Pero quiero ver “W.” por una sencilla razón: Josh Brolin.
Brolin, por cierto, acaba de ser nominado al Oscar por uno de sus mejores papeles de los últimos años, es decir, el personaje al que interpreta en “Mi nombre es Harvey Milk”. Podrían haberlo nominado antes por cualquier otro papel de los que nos brindó en este nuevo y meteórico tramo de su carrera: en películas como “American Gangster”, “No es país para viejos”, “En el valle de Elah” y “Planet Terror”. Porque en todas ellas ha destacado como secundario de lujo. Sin embargo este año tiene competencia fuerte: Heath Ledger en “El caballero oscuro”. Será un merecido premio póstumo que sólo podrá disfrutar su familia. Lo que son las cosas. El anuncio oficial de las nominaciones de este año se pospuso un día por la toma de posesión de Obama. Ese retraso de un día hizo que la nominación a Ledger se anunciara justo un año exacto de su muerte, un veintidós de enero. Otro reconocimiento a una carrera resucitada es la nominación a Mickey Rourke por “El luchador”. Rourke, uno de mis actores preferidos en los años ochenta, ha pasado por todos los estadios posibles: ha aparecido en obras maestras, ha rodado grandes películas y monumentales bodrios, se ha destruido a sí mismo, ha caminado por infiernos personales y laborales y regresa por la puerta grande, tras pequeños papeles en “Animal Factory”, “El juramento” o “El mexicano”.
Y ahora volvamos a la televisión. En la cadena del número tres, la peor de las generalistas con mucha diferencia, anunciaron “Diamantes de sangre”. Fíjense en la trampa: tiene una “ese” de más en el título, lo cual hará que los espectadores despistados crean que se trata de “Diamante de sangre”, la de Leonardo DiCaprio. La primera es un telefilme posterior, que va a remolque del éxito de la segunda. Después vi el anuncio de “Valkiria”, que no es, lógicamente, en la que sale Tom Cruise (de próximo estreno), sino otra de esas versiones que ruedan para la tele y que anuncian como “Estreno en televisión”. A esta cadena sólo le falta hacer lo que en “Rebobine, por favor” llamaban “suecadas”, esto es, versiones caseras y baratas de películas famosas. Para engañarnos. A esto se le podría llamar oportunismo de baja estofa.