Uno cuenta con personas que, aunque sólo nos hayamos visto las caras un par de veces, sabe que le cubrirían las espaldas en cualquier batalla. Es el caso, por ejemplo, de mi colega leonés Alfonso Xen Rabanal. La vida de Alfonso es agitada, o al menos lo era, sobre todo en lo que se refiere a los demonios y suplicios interiores. Llevamos un tiempo comunicándonos mediante el idioma entre líneas de los blogs y el correo electrónico. La primera vez que lo vi fue en León. Yo estaba alojado en casa de mis amigos y acudimos a una presentación. Alfonso leyó poemas de otros autores y se fue embriagando durante el acto. Luego estuvimos juntos por ahí, en los bares del Barrio Húmedo, y él se encargó de incendiar la noche y beberse la madrugada. De su blog disfrutamos muchos: “Crónicas para decorar un vacío en la niebla”. En su espacio hay un “blues de luz azul”, poemas y recomendaciones, guerra contra el sistema y un ritmo en la prosa que recuerda el alma negra de la música de Nueva Orleans.
Xen atravesó una época muy difícil. Un matrimonio que no era feliz, un suegro que creía haber contactado con extraterrestres, un curro como vigilante de seguridad en un museo y dos años entre la niebla de las montañas de Asturias, custodiando de noche una mina, amén de problemas diversos de salud, de buscar un camino y una salida sin encontrarlos, pensando que la vida que estaba viviendo era una ficción y no lograba escapar de ella. De todo eso nos habla, ahora y por fin, en su libro “La cámara de niebla”, editado por Eclipsados en su colección de Narrativa. Y aquí hacemos un breve inciso porque el editor (otro colega, Ignacio Escuín) ha publicado de una misma tacada a estos autores de lujo: Vicente Muñoz Álvarez, Patxi Irurzun, Nacho Abad, Gabriel Oca, Jorge Riechmann y el propio Xen. A todos ellos los he conocido o he asistido a sus recitales. Aquel día en León conocí también a Gabriel Oca, otro superviviente. Quizá el lector poco familiarizado con la narrativa española contemporánea, o muy versado en best-sellers, no sepa quiénes son estos tipos. Pero yo les recomiendo buscar sus nombres y sus obras en Google porque una gran parte del futuro de la literatura en castellano está en sus manos. Y si no, al tiempo.
“La cámara de niebla” es un libro inclasificable y sin ataduras, como un estallido de libertad. Es, a la vez, novela, ensayo, diario, blog y manual de supervivencia interior. Su estructura es fragmentaria, sin un hilo conductor salvo la lucha por mantenerse en la Niebla, a medio camino entre el Instinto y la Razón, entre la Luz y la Oscuridad. Xen nos va relatando, intercaladas en sus reflexiones, algunas de esas trampas que la sociedad le puso en el camino (el matrimonio, el trabajo de vigilante nocturno, el suegro problemático, los chismorreos de sus compañeros) y que hemos mencionado antes. Muchos de los capítulos provienen de su blog, ya los habíamos leído allí porque lo que su autor practica es una especie de escritura en directo, forjada en la resaca y con la lucidez que reporta a quien la sufre. Uno de los aspectos más interesantes es la manera en que él relaciona su ordenador comido por los virus (y al que le pasa un antivirus para desinfectarlo) con su vida y su cabeza: el pasado, los malos recuerdos constituyen los virus (las ventanas de publicidad o “pop ups” que saltan de pronto para destruir su ánimo) y la resaca es el antivirus, la manera de olvidar y limpiarse mientras escribe. Podríamos llenar muchas páginas hablando de las reflexiones y pensamientos e historias de este libro, pleno de musculatura y valiente, con influencias de Céline y con una prosa introspectiva en torno a un hombre perdido en la Niebla.