Íbamos de camino a un acto poético. Perfopoesía. No haría falta aclararlo: la suma de poesía y performance. Pero no una performance de esas donde no se entiende nada, sino un recital acompañado de algunas diapositivas. El acto era en un bar de Lavapiés que a veces frecuento: La Escalera de Jacob. Al salir de casa vimos a varias personas abandonando nuestro garaje. Nos fijamos. Entre ellos distinguimos a dos actores. Dos caras familiares: Manolo Caro y Álex García. Ya, probablemente no os suenen. ¿Y si los llamo por los nombres de sus personajes televisivos? El Gitano y Moreno, de “Sin tetas no hay paraíso”. Así que tengo vecinos que conocen a dos actores. Era jueves y en una hora y media iba a empezar otro capítulo de esta serie. Hace unas semanas que sigo la segunda temporada de este culebrón con disfraz de lumpen. “Sin tetas…” reúne todas las señas de identidad del género de canallas: mafia, prostitución, narcotráfico, striptease, porno, adicción al juego y a la droga, policías. La mezcla funciona, la serie tiene muchos seguidores. Las mujeres quieren verla porque adoran a Miguel Ángel Silvestre (El Duque). Los hombres, por el despliegue de carne y sensualidad de su reparto femenino.
Pero es que también engancha. Lo comentaba con alguien el otro día: es una de las pocas series españolas con un alto nivel técnico. Y cuenta con unos cuantos intérpretes buenos. Unos días atrás vi “Los años desnudos. Clasificada S”, la película sobre el destape de la transición. Quise verla porque sabía que me iba a recordar a mi infancia: el Fotogramas con sus portadas de chicas en bolas, los bigotazos, las patillas, los jerseys con pinta de viejunos, el aire trasnochado a polilla y alcanfor que había dejado la dictadura en la vida cotidiana… Y en esta película sale Luis Zahera (aclaro: es El Pertur en “Sin tetas no hay paraíso”). Me sorprendió con su papel. Me gusta este tipo. También ha intervenido en “Celda 211”, el filme que se rodó en Zamora.
Entramos en La Escalera de Jacob, planta baja. Perfopoesía de Ben Clark. A Ben Clark, ya lo he dicho por ahí, me lo recomendó David González. Clark tiene sangre británica, pero nació en Ibiza. Ahora estudia en Salamanca. Leí su poemario “Los hijos de los hijos de la ira”, que habla de nosotros, de quienes somos hijos de los hijos de la guerra civil. Una generación a la que no se le perdona que no haya sufrido las penurias y el hambre de nuestros antepasados. “Tenéis todas las comodidades”, se nos reprocha, como si hubiéramos elegido época para nacer. Y de eso habla el libro de Ben. Y de amor, claro. También me interesaba asistir al acto porque se suponía que allí podría comprar los nuevos libros de Ben Clark y de Gonzalo Escarpa: “Cabotaje” y “No haber nacido”. Pero fui a hablar con ambos y dijeron que aún no habían salido ejemplares de la imprenta. Estuvimos en el bar con Manuela Temporelli, poeta y madre de la actriz y amiga Violeta Pérez (no se la pierdan en “Princesas” y “El patio de mi cárcel”). Escarpa presentó el recital. Fue un lujo porque tiene naturalidad en el escenario. Tiene gracia y desparpajo. Nos divertimos mucho. Ben Clark es otro cachondo. Sus poemas son serios, pero él les dio un toque de humor. Los leía en un portátil. De fondo, imágenes y palabras. Hacia la mitad quiso leer tres poemas ajenos que le parecían malos. Leyó uno que había encontrado en internet, de título “Cuitas por tus tetas”. Lo que nos lleva de vuelta al principio. A las tetas. Al paraíso. A la obsesión natural y humana por el seno. Cuando acabó el acto, breve y contundente, nos fuimos deprisa a casa porque estaba empezando “Sin tetas no hay paraíso”. Sin poetas, tampoco.