lunes, noviembre 17, 2008

Intercambio de archivos

En una entrevista para el diario Público dijo César Antonio Molina, actual ministro de Cultura: “(…) sí afrontaremos esa batalla contra la piratería, que no sólo es esa gente vendiendo copias en la calle. Eso ya no es lo más grave, lo más grave es lo que pasa en internet”. Puede parecer lo mismo para quien no está enterado del asunto, de la actualidad. Pero no lo es. Existen pequeños matices entre el intercambio de archivos y la venta de copias. Creo que un ministro de Cultura no puede equiparar a un tipo que vende copias en las aceras (y cuyos beneficios probablemente vayan a las arcas de las mafias que se lucran con esa venta) con un chaval que comparte archivos en las redes de intercambio, aunque a la larga los efectos sean los mismos e igual de demoledores: que la gente no se compra el disco, no va al cine, no compra el dvd. Y el ministro no sólo los está comparando: añade que el segundo es peor que el primero. Pero en el primer caso hay afán de lucro. En el segundo no.
Cuando hablamos de informática y de nuevas tecnologías no podemos decirle a quien ignora sus mecanismos aquello de “Te lo voy a explicar como si fueras un niño”, porque hoy los niños son quienes más saben de los mecanismos de la informática. Habrá que decir a quien ignore el tema: “Te lo voy a explicar como si fueras un anciano”. Y eso es lo que vamos a hacer. Que un internauta cuelgue en una red de intercambio una película o un disco no es muy diferente a lo que todos hacíamos años atrás, antes de la era internet: compartir nuestra copia. Antaño, un tío se compraba el disco y, para los amigos que andaban mal de pasta, les hacía varias copias grabando ese lp en cintas de casete. El resultado era el mismo que ahora: que esos amigos no compraban el disco. A nadie se le prohibía grabar a sus colegas un disco o una película. E incluso recuerdo tiendas en las que por un precio módico te alquilaban los discos compactos, o te hacían copias previo pago. La diferencia es notable, desde luego: si tú cuelgas esa copia en internet para compartirla con tus amigos, se beneficia medio planeta. Pero no estás vendiendo. En ningún caso te estás lucrando, que es precisamente lo que hacen las mafias que dirigen el top manta. En un reportaje para El Mundo de hace unos años hablaban del sistema que controla a los africanos y a los chinos que venden discos y películas en la calle: “Las tostadoras funcionan 24 horas al día y son manejadas por inmigrantes indocumentados que trabajan por turnos a cambio de un sueldo o que viven hacinados allí mismo para pagar la deuda contraída con las mafias que les han facilitado el viaje a España”. Para quien lo ignore, la tostadora es una grabadora de cd y dvd, donde se graban o queman o tuestan los discos.
Un poco más adelante, casi al final de la entrevista, el ministro dice que los programas de intercambio de archivos no son ilegales, y que tampoco los ilegalizaría, que son una herramienta muy útil para “infinidad de aplicaciones”, y añade: “Lo que no es de recibo es que se utilice para descargar ilícita y masivamente productos protegidos”. Bien, si no se utiliza el P2P para intercambiar esos archivos (canciones, películas, documentales, libros), ¿de qué serviría? ¿De qué “infinidad de aplicaciones” habla? Y, por cierto: este verano hubo un cruce de acusaciones entre el ministro de Cultura y el de Industria. El primero apostaba por restringir el flujo de intercambio de archivos. El segundo dijo: “No aplicaremos restricción ni regulación alguna que impida la expansión o desincentive el uso de internet ni estableceremos límites a las herramientas de libre circulación de información”.