Titular de Europa Press: “Periodistas impartirán clases en colegios de Madrid y Cataluña para fomentar el interés, la reflexión y el espíritu crítico”. La iniciativa, si funciona (y espero que lo haga), se aplicará en otras comunidades en lo sucesivo. Lo raro es que no hayan utilizado Zamora como conejillo de indias. Los programas de fomento de la lectura de la prensa en las escuelas obedecen a la actuación conjunta de la Fundación “La Caixa”, la Asociación de la Prensa de Madrid y el Colegio de Periodistas de Cataluña. Y se dividen en dos: “Aprendamos a entender los medios de comunicación” y “La prensa en las escuelas”.
Me alegro. Llevo un tiempo creyendo que al personal se le debería enseñar a leer la prensa y a distinguir entre sus géneros. También sería deseable que hubiera un control más férreo de la ortografía, pero ya sé que hoy eso es imposible (y no señalo culpables: no tengo claro si es por el desinterés del alumnado o por carencias en los programas educativos). Es necesario que los niños aprendan a leer el periódico. Si uno va por un instituto y pregunta a los alumnos cuál es el nombre del diario local y si acostumbran a leerlo, es posible que la mayoría ni siquiera sepa responder. En este sentido, hay que aplaudir el fomento de la prensa que promueve este diario con el suplemento ZA-49, publicación del Grupo Prensa en las Aulas. Es necesario que los adultos sepan leer un periódico y descifrar sus géneros. No todos saben, y por eso se les debe enseñar a los críos en las escuelas. Parece increíble, pero de vez en cuando sostengo discusiones con gente incapaz de distinguir entre una columna y un reportaje, entre una noticia y una crónica; que confunde la subjetividad de los artículos de opinión con la objetividad de las noticias; que confunde a los redactores con los colaboradores y la velocidad con el tocino. Esto, por supuesto, no es culpa de ese puñado de lectores. Nadie nace sabiendo. Por eso repito la importancia que tiene la iniciativa de “La Caixa”.
A este respecto, y durante años, he recibido repetidas acusaciones por mis columnas por parte de quienes no sabían hacer distinciones ni tenían muy claro qué es una columna. Por ejemplo, la acusación de revelar mis gustos personales (pero cito a George F. Will: “Considerando tanto la forma como el contenido, creo que un columnista goza de mucha libertad y está obligado a utilizarla. Ese es su trabajo. (…) No puede estar constantemente cavilando qué querrán leer sus lectores. Si la columna tiene éxito, querrán leerlo a él”), de contar lo que me viene en gana (cito a F. Martínez Vallvey, que fue mi profesor: columna es “un texto en el que una persona analiza, comenta, valora, explica, interpreta un hecho o simplemente cuenta algo a los lectores”), de ser muy literario (Vidal Beneyto y León Gross entienden dos tipos de columnas, entre los que se encuentran los “textos creativos” o “literarios”), de hablar sólo de lo que conozco (J. M. Izquierdo: “El escritor de columnas habla de temas que conoce, que ha vivido y que reprocesa en forma de crítica o de guiño cómplice hacia su lector, hacia su asiduo lector. (…) podemos decir que el columnista español de nuestros días es, la mayor parte de las veces, el protagonista de sus comentarios informando poco de los hechos, de los que opina de forma muy personal. (…) nos encontramos ante textos donde se nos presentan ideologemas de sus autores, comentarios personales basados en sus experiencias personales y poca o ninguna información objetiva”) o de “llevar un diario” (Fernando López Pan: “El columnista cuenta lo que le pasa, mientras que en el resto de los artículos de un periódico se cuenta lo que pasa”).