Hablábamos en el artículo del miércoles pasado de Nueva York y de algunos españoles. Cité, entre otros nombres, los de Harkaitz Cano y Julio Valdeón. El primero en viaje de paso y el segundo afincado allí. Todo son casualidades, porque Julio publica esta semana nueva novela, “Verónica” (y lo supe después de enviar la columna). Y acabo de leer uno de los libros que mencioné, el de Harkaitz: “El puente desafinado. Baladas de Nueva York”. Y algunas de las anécdotas de Harkaitz no son muy distintas de las que contaba Julio en su ya desaparecido blog, aquel “Spleen de Nueva York” que entonces seguíamos a diario. Lo cual significa dos cosas: que Nueva York es una ciudad tan extraña y extraordinaria como cuentan y que a todos los que van allí les suceden historias parecidas. En el primer apartamento de Harkaitz había un ratón que se colaba por una grieta de la cocina, hacía ruido por las noches y husmeaba en el cubo de la basura. A Julio se le metió una rata en su primer piso y la bautizó maliciosa y certeramente como “Gonzala” (y yo sé lo que me digo). Esto significa que los pisos llenos de cochambre que los recién llegados alquilan son generosos en inquilinos inesperados, en sustos nocturnos y en conexiones con el submundo. Léase al respecto el libro “Ratas”, de Robert Sullivan. Julio solía fumar pitillos en su piso. Cuando el casero entraba, su nariz insistía en descifrar el aroma del tabaco en el aire. Suelen enfurecerse, los dueños. Harkaitz cuenta en sus crónicas que, si el casero huele algún rastro de humo en tu ropa antes de alquilarte el apartamento, ya no hay trato. En ambos casos, la mirada no era muy distinta: la mirada saludable del español recién llegado.
Respecto al libro de Harkaitz, he conocido varias historias curiosas que ignoraba. En una de las crónicas o baladas, menciona “Cuernos de espuma”, película sobre drag-queens en Nueva York. No la he visto, pero recordaba el título. Busqué en IMDb. Allí aparecía el nombre del director: el español Manuel Toledano. Me extrañó que sólo hubiera rodado esa cinta. Luego me fijé en la fecha de nacimiento: del setenta y cuatro, algo más pequeño que yo. Y debajo estaba la fecha de la muerte: en junio del año pasado. Me quedé de piedra. No recuerdo haber leído la noticia. Y a veces ocurre: que los medios ensalzan a unos y silencian a otros. Me metí en Google y encontré un reportaje publicado en El País Semanal sobre Toledano (lo firma Rafael Ruiz). Allí contaban la historia. Toledano rodó el filme en inglés. Tenía veinticuatro años cuando se estrenó, si los datos de IMDb son correctos. Luego estuvo tratando de sacar adelante varios proyectos. Estaba preparando el musical “El lunes puede esperar” cuando murió de un paro cardiaco. Harkaitz Cano cuenta en el libro que dos de los protagonistas, tras el rodaje de “Cuernos de espuma”, asesinaron a su camello, trocearon su cuerpo y lo arrojaron al río Hudson. Tras aparecer los restos, los detuvieron.
Otra de las curiosidades del libro: la leyenda sobre el origen de esa moda de la gente del rap y del hip-hop, que consiste en llevar los pantalones caídos y el calzado con los cordones desatados o, simplemente, sin ellos. “Según la leyenda, fueron los negros recién excarcelados quienes crearon esa moda”. Al entrar en prisión les despojaban del cinto y los cordones, una práctica habitual. “Ya en libertad, los jóvenes negros solían regresar así a su barrio, sin cordones y sin cinturón, como seña de identidad, como símbolo de su paso por el talego, jactándose así de su dureza y su capacidad de supervivencia”. Pero, como apunta el autor, hoy esa costumbre convertida en moda carece del simbolismo carcelario.