Mediaba la tarde y, en Fnac, vimos una estantería dedicada a sus películas en dvd, pero aún no conocíamos la noticia. Un par de horas más tarde me fijé en dos chicas que iban por la calle con sendos carteles colgados del cuello. En uno ponía PAUL y, en el otro, NEWMAN. “No se habrá muerto Paul Newman, ¿verdad?”, pregunté. Un amigo me dijo que sí, que lo vio en las noticias. Íbamos de camino a una fiesta y su muerte, aunque anunciada, me deprimió, como si algo se me hubiera roto por dentro. Y dediqué la noche a brindar por un hombre más grande que la vida misma. Por un caballero de ojos azules.
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