La película empieza como un trueno estallando en la pantalla y hasta el final no deja respiro. Empieza con un atraco deudor de la grandiosa “Heat”. Christopher Nolan declaró que ese filme de Michael Mann le había inspirado a la hora de construir su secuela de “Batman Begins”. Y así, y con esos elementos y las fuentes de algunos cómics legendarios del hombre murciélago, “El Caballero Oscuro” supera a la original y se convierte en una de las películas más fascinantes sobre superhéroes que se hayan rodado. Aunque, como uno de los personajes repite, Batman no es un héroe. Sólo un vigilante nocturno, sólo un guardián callejero, sólo un caballero oscuro.
Escribo mientras escucho, embrujado, la partitura de Hans Zimmer y James Newton Howard para la película. El reparto es impecable: el misterio y el poder seductor de Christian Bale, la elegancia británica del inmenso Michael Caine, la nobleza de Morgan Freeman, la entrega de Gary Oldman, el lado benévolo y tenebroso de Aaron Eckhart, el brillo de la morbosa Maggie Gyllenhaal. Y un montón de secundarios que aportan solidez al filme: William Fichtner, Eric Roberts, Anthony Michael Hall, Nestor Carbonell y Cillian Murphy. He dejado para el final al actor que, junto a Eckhart, supone el broche de oro a esta historia, la interpretación merecedora de varios premios, aunque sea a título póstumo, aunque ya no le servirán de nada: Heath Ledger. Ya bordó otros papeles. Recordemos: “Diez razones para odiarte”, “Monster’s Ball”, “Las cuatro plumas”, “Brokeback Mountain”, “El secreto de los hermanos Grimm” o “Candy”. Así que su versión de Joker no nos pilla por sorpresa. Pero, aún así, da más de lo que esperábamos: lo da todo, se entrega al personaje como si lo viviera, lo hace suyo y nos obliga a olvidar a otros memorables Jokers. Sólo el momento en que urde el truco del lápiz o los monólogos en que cuenta cómo se hizo las cicatrices que afean su boca, “la sonrisa del payaso”, merecen todos los elogios. Ledger viajó al fondo de la locura y nos trajo este regalo: un villano aterrador e inolvidable, y, aún así, divertido, con un sentido del humor macabro, un perro rabioso al que alguien ha quitado la correa. Es necesario escucharlo en versión original, pues el acento y los registros que el actor trabajó a fondo convierten a su Joker en algo más perverso de lo que pueda ofrecer el doblaje, cualquier doblaje. Un Joker profundo y anárquico. La primera vez que lo vemos en la pantalla no podemos evitar un escalofrío: actor joven muerto en la cumbre de su carrera, una imagen de eterna juventud que permanecerá por siempre en las retinas de los cinéfilos. No se queda atrás el mencionado Aaron Eckhart. Sabíamos que tras su personaje iba a aflorar la dualidad, el rostro del mal y del bien, Dos Caras. Pero no sospechábamos el impacto que provocan su semblante desfigurado y el amargor de su tristeza.
Cristopher Nolan, artesano responsable de “Memento”, “Insomnio” y de “The Prestige”, construye una sinfonía sobre el mal en estado puro y la auténtica naturaleza del hombre cuando debe afrontar la muerte y la responsabilidad. Película de dualidades. Todos los personajes tienen dos caras: la mujer que ama a un hombre en público y a otro en privado, el millonario famoso que por la noche se transforma en justiciero, el ejecutivo que ajusta las finanzas de Bruce Wayne y en secreto construye los inventos de Batman… Filme de claros y oscuros, sombras y luces, orden y anarquía. De decisiones: ¿A quién prefieres salvar?, ¿Quién vive y quién muere?, ¿Asesinarías a otros para salvar tu pellejo? El Joker saca lo peor de cada persona. Las decisiones dejadas a lo que dicte el azar: una moneda. Y el caos y la locura sobrevolando la ciudad.