Christian Verdú, quien se ocupa de la gestión de contenidos digitales de Random House Mondadori en España, quiso convocar a unos cuantos autores para hacer una prueba piloto mediante el Skype. O sea, una entrevista on line que, una vez grabada y editada, se presentará en archivo de voz al grupo editorial, por si les gusta e interesa. De ser así, el archivo se colgará en mp3 en iTunes para que el personal pueda descargárselo, de manera gratuita, al iPod, al iPhone o al disco duro del ordenador. Tal propuesta sólo la aceptamos dos personas: David González y yo. Se trata de nuevas tecnologías y a la gente siempre le cuesta entender su funcionamiento y aceptar su inclusión en la vida cotidiana. A mí también me cuesta. De hecho, jamás había utilizado el Skype, y eso que lo tenía instalado en mi equipo. Pero de niño me enseñaron algo que jamás se me olvida: si no sabes, aprende. Y aprendí.
Primero explicaré cómo funciona, pues mucha gente aún desconoce este programa que le ahorraría un pastón en llamadas de teléfono (y no exagero), y luego pasaremos a la experiencia resultante del otro día y a la posible repercusión de este invento en el panorama literario. Las instrucciones son fáciles. Hay que descargarse el programa Skype; poniendo la palabra en Google se encuentra en seguida la página oficial. El archivo no llega a los cuatro megas, o sea, que ocupa muy poco espacio en el disco. Se instala. Luego hay que buscar por casa un micrófono. O aún mejor: unos cascos con auricular incorporado, como los que utilizan en las centralitas de teléfonos. Si no se tienen, se compran. Salen baratos. Después el usuario elige su nick y hace una llamada a otro internauta, de ordenador a ordenador y mediante el programa. No hay que marcar ningún número. Por ejemplo: David González me dijo cuál era su nick. Lo encontré con el buscador que incluye el programa y pinché en “Llamar”. Él aceptó la llamada y empezamos a hablar. Sé que es difícil de creer, pero no cuesta dinero (“de momento”, como puntualiza David). Puedes poner conferencias, tirarte horas hablando o crear un debate a tres o cuatro bandas, como hicimos gracias a Christian Verdú. Cuando nosotros estábamos ya charlando, Christian nos llamó a ambos. Así se desarrolló la entrevista, más parecida a una charla entre amigos. Cada uno en una punta (Gijón, Barcelona, Madrid), pero con un sonido tan claro que parecía que estábamos en la misma habitación. Sin gastar nada. Sin tener que desplazarnos. Estuvimos hablando durante unos cuarenta minutos, que supongo se reducirán en el montaje. Por mi parte, la experiencia fue agradable.
En las editoriales buscan cada día otras maneras de publicitar los libros mediante las nuevas tecnologías. Mondadori es una de las que va en cabeza, en España. Tiene su rincón en MySpace, encarga vídeos sobre sus títulos más sonados, pone en red las primeras páginas de algunos libros, etcétera. Si las entrevistas y promociones mediante Skype funcionan (y creo que lo harán, aunque no sé en qué plazo, dado lo reticentes que somos en este país a ponernos al día), veo a la mitad de los autores y editores preparando esas entrevistas sobre sus libros para luego colgarlas en la red. Es una manera ideal de promocionar un producto, de darlo a conocer. Es como una entrevista en la radio, pero sin gastar dinero. Es más fácil y accesible porque no tenemos que recurrir necesariamente a una emisora. Se puede colgar en la red y uno se la baja gratis. Y el entrevistador puede preparar un debate estando cada uno en una punta del país. No sé a ustedes, pero a mí me acomoda.