Entré en una librería. No conocía la editorial, ni al autor, ni el libro. Pero me atrajo el título y la referencia en la contraportada a Raymond Carver y a Richard Ford (Adam también es deudor de Charles Bukowski) y me gustó el principio de uno de los cuentos: Yo había bebido demasiado y Pialat había muerto. Me había enterado por la noche. Las niñas estaban arriba durmiendo. Luego, en casa, supe más cosas: que había obtenido el Premio Goncourt de Relato y que ninguna obra del autor había sido traducida en España. Y que se trata de un libro maravilloso que apasionará, sobre todo, a los lectores de Carver.
Pasar el invierno reúne 9 cuentos (referencia a Salinger) por los que deambulan personajes agotados, hundidos, varados en su propio fracaso. Tipos como los que hallamos en las obras de los autores arriba mencionados, sólo que no deambulan por Nueva York o Los Ángeles, sino por París y su periferia. Hay un profesor que bebe demasiado en su año sabático (Ha muerto Pialat), una enfermera que soporta el lastre del pasado y de su relación sentimental ya muerta (Por agotamiento), un taxista que recoge a una mujer en una noche de invierno (Cenizas), dos encargadas de la tienda de una gasolinera que deben pasar la Nochevieja en el curro (Año Nuevo), un obrero que ha enterrado a su perro y es incapaz de dormir en una noche de tormenta (Punto en boca), un hombre que regresa a su pueblo tras 3 años en la cárcel (De vuelta), una secretaria obligada a trabajar en plena Nochebuena en un edificio en el que sólo quedan las mujeres de la limpieza (Lacanau), un alcohólico que trabaja en un supermercado y sabe que su pareja le es infiel y decide romper con todo (A la francesa) y una chica cuyo padre agoniza en casa esperando a la muerte (Bajo la nieve).