Óscar Esquivias culmina su trilogía sobre la Divina Comedia de Dante con esta entrega, tras Inquietud en el Paraíso y La ciudad del Gran Rey. Su decisión, esta vez, es muy arriesgada, al cambiar de planes en el último momento y trasladar la acción a la época actual. Pero esa pirueta se salda, al menos en mi opinión, con un triunfo. Si el Paraíso fueron los días previos a la guerra civil y el Purgatorio un mundo imposible y fantástico, el Infierno es el Madrid de nuestro tiempo, con sus referencias al terrorismo (el 11-M, el atentado de la T4) y su violencia diaria y los cambios que la tercera edad no puede aceptar. Y vamos de la mano de una familia, y de su figura paterna, Benjamín Tobes, uno de esos hombres hipócritas y tan abundantes que, si de cara a la galería reza y es un hombre ejemplar, a espaldas de su mujer tiene una amante.
Hay, además, un ejercicio de metaliteratura, al mencionarse en el libro las otras dos novelas e incluso a su autor, a la manera de Cervantes en la segunda parte de Don Quijote. Quizá a los puristas y a los viejunos les moleste que la acción se haya trasladado a nuestros días, pero desde luego yo me siento más cómodo e identificado con ese Madrid actual y sus calles, sus vagones de metro, sus bares y cafés, sus odiseas diarias y sus mentiras. Sobresale, entre todos, el personaje de Benjamín, en cuya boca pone el autor diálogos corrosivos, muy divertidos. Sirva el siguiente de ejemplo y cierre de la reseña:
–(…) Por cierto, seguro que está con la marsopa de su mujer y el bandarra de Felipe en la puerta de los juzgados, con una pancarta, dando voces. Están convencidos de que los atentados fueron un golpe de Estado preparado a pachas por la ETA, los amigos de Bin Laden, algunos mandos de la policía y el Partido Socialista, ¿qué te parece?
–Imposible. En España somos incapaces de ponernos de acuerdo tanta gente para hacer nada, ni siquiera para matarnos, que es lo que se nos da mejor.
–Eso pienso yo.
–Imposible. En España somos incapaces de ponernos de acuerdo tanta gente para hacer nada, ni siquiera para matarnos, que es lo que se nos da mejor.
–Eso pienso yo.