La última película escrita y dirigida por Sean Penn cuenta la historia real de Chris McCandless, un joven que, siguiendo los pasos de Thoreau, decidió irse a vivir a los bosques de Alaska, para estar en soledad y en comunión con la naturaleza. La película describe su viaje por las carreteras y los valles de Estados Unidos y sus días en Alaska, viviendo en el interior de un bus abandonado. McCandless viajó a lo Jack Kerouac en Los Vagabundos del Dharma: mochila al hombro, autostop, noches a la intemperie, saltos a trenes en marcha, encuentros con otra gente, trabajos esporádicos.
Sean Penn ha hecho una película muy literaria (está basada en un libro de Jon Krakauer, contiene alusiones a London, Thoreau, Pasternak, Tolstoi, el protagonista escribe sus vivencias en un cuaderno y las palabras a menudo aparecen sobreimpresas en la pantalla) y muy americana (en el buen sentido de la palabra, en el sentido de Kerouac y London: carreteras polvorientas, montañas, valles, desiertos, ríos, caballos salvajes, hombres y mujeres que viven on the road), probablemente la mejor de sus películas. En cualquier caso, es superior a The Crossing Guard y a The Pledge, y está a la altura de The Indian Runner. Una reflexión sobre la libertad y el materialismo de la sociedad y el mal que lleva el hombre en su interior.
Además, está la banda sonora con canciones de Eddie Vedder. Y, por una vez, sí aparecen en el filme y no sólo en el disco. Y está el poema de Sharon Olds, Regreso a mayo de 1937, que recitan al principio de la película y que he colgado abajo, o en link directo: aquí.