Encontré esta novela en una librería de viejo. No conocía al autor y jamás había oído el título. Pero me atrajo el principio (Me pregunto por qué no me suicido. Me pregunto por qué me lo estoy preguntando, luego me digo que mejor no pensar así y acabo encendiendo un cigarrillo. Son casi las tres de la madrugada) y también la editorial (Anagrama). Luego he sabido que Mark Lindquist es muy conocido en USA, donde le venera incluso Bret Easton Ellis, lo cual no es de extrañar porque esta novela está escrita un poco después de Menos que cero, y comparte con ella algunas señas de identidad.
Zeke acaba de cumplir 25 años. Vive en L.A. Tiene un trabajo de mierda con el que apenas paga el alquiler: escribe frases publicitarias malas para películas malas y medio eróticas. Su novia quiere ser actriz, y de momento actúa en una versión teatral de Esperando a Godot que representan en un tugurio, con reparto femenino. La pareja atraviesa un momento de crisis. Zeke decide suicidarse porque no encuentra una razón para vivir. Y es entonces cuando regresa a la ciudad un viejo amigo: Y.J., hombre lleno de enigmas del que nunca sabemos si está loco o sólo es un bromista. Y.J. tratará, durante un fin de semana, de convencer a Zeke para que renuncie a su suicidio.
No hay tanto alcohol ni tanta droga como en Menos que cero, pero se le parece un poco (el triángulo de amigos, el tipo que vuelve a la ciudad, las correrías nocturnas, el ambiente de los 80). Lindquist escribió una novela inspirada en la realidad, porque él tuvo un trabajo similar tras graduarse; una novela existencialista con patrones de guión, con frases cortas y muchos diálogos, y múltiples referencias al cine (Bonnie & Clyde, Vanishing Point, Repo Man, las comedias de John Hughes), a la música (The Replacements, REM, David Bowie, The Jesus and Mary Chain) y a la literatura (Beckett, Camus, Sartre, Kerouac). No está nada mal.