La historia del cantante (y ocasional actor) Glen Hansard es curiosa. Fue uno de los músicos del reparto de aquel filme de Alan Parker, “The Commitments”. El éxito de esa película, que data del año mil novecientos noventa y uno, catapultó a la fama a todos los miembros del equipo. “The Commitments” era un relato de Roddy Doyle sobre una banda de músicos irlandeses y su carrera de obstáculos para alcanzar el éxito. Parker dirigió su adaptación con un magnífico estilo. Pero ese éxito fue efímero. Quiero decir que, años después, sólo hemos visto por ahí a uno de los actores: el pelirrojo Colm Meaney, a quien siempre suelen darle papeles secundarios (excepto en casos aislados, como “La camioneta”, en la que era el protagonista). Dieciséis años después encontramos a uno de los músicos y actores de aquel filme en otro título con fondo musical y escenarios irlandeses: “Once”, de John Carney.
“Once” cuenta una historia sencilla, en la línea de la espléndida “Antes de amanecer”, aunque le falta el brío de Richard Linklater tras las cámaras y su talento para el diálogo. “Once” comienza con un tipo que canta y toca la guitarra en la calle. Luego descubriremos que, además de su faceta de músico callejero, ayuda a su padre en una tienda de reparación de aspiradoras. Pero su máxima ambición es grabar un disco y forjarse una carrera en el mundo de la música. Antes de los créditos, un yonqui se acerca y le roba la funda de la guitarra en la que los transeúntes depositan monedas y algún billete. Después de los créditos, este hombre conoce a una chica. Una muchacha que, para salir adelante mientras busca otro trabajo, vende flores por las esquinas. Nunca sabemos sus nombres. En el reparto aparecen como Guy y Girl, es decir, Chico y Chica. Tras su encuentro, comienzan una amistad que desemboca en una pequeña colaboración musical y deviene en el inevitable enamoramiento. Los dos acaban de salir de sendas rupturas, y esas rupturas influyen en sus canciones. Porque él escribe los temas y los canta, pero ella sabe tocar el piano y también ha escrito alguna canción. Juntos tratan de grabar una maqueta, con la cual él se podría ir de Dublín a Londres para intentar abrirse un hueco en la industria musical. Casi todos los planos han sido rodados con la cámara al hombro, y en ocasiones hay alguna toma desenfocada. Esto obedece a una lógica: dar la máxima credibilidad a la película, como si fuese un documental o como si el espectador espiara, en la calle, los actos de sus protagonistas. A la chica la interpreta Markéta Irglová, y es su primera película. Lo interesante de “Once” es, aparte de ese efecto que hace que parezca, a ratos, un documental, que está levemente inspirada en hechos reales, y que tanto Irglová como Hansard han compuesto las canciones y las cantan y tocan ellos mismos.
Después de ver la película, y aunque ya había oído la banda sonora y el disco que ambos grabaron a medias, “The Swell Season”, quise averiguar cuánto había de realidad en la historia. La realidad, según he leído en una revista, es esta: Hansard e Irglová se conocieron y, en efecto, grabaron juntos un disco; Hansard también tocó en la calle y reclutó a los músicos por ahí, para formar su banda The Frames, y le robaron en una ocasión la funda de la guitarra para llevarse la calderilla; el estudio donde graban el disco en la película fue el mismo en el que Hansard grabó su primer disco; después del rodaje, y aunque se conocían de antes, él y la chica se enamoraron. Un filme, pues, bohemio y romántico. “Una película pequeña con un enorme corazón”, la definió un crítico norteamericano. Está en lo cierto.