A los compositores de las películas les sucede exactamente igual que a los guionistas de las mismas: el público no aprecia su trabajo, no advierte su presencia, pero sin ellos, sin su labor imprescindible, los filmes no se sostendrían por completo. Un largometraje sin música suele aburrir al público, del mismo modo que un largometraje sin un buen guión acaba estrellándose con estrépito. De ahí que sea mejor una de Woody Allen que, por ejemplo, “Con Air” (aunque esta última, lo confieso, me pareció divertidísima). Uno de los hallazgos de los últimos años es la música de los compositores que se dedican a crear temas para las películas de acción y de dibujos animados. Hace tiempo no les dábamos mucho crédito, y sin embargo ahora son algunos de los mejores creadores de Hollywood.
El problema es que, como decíamos al principio, la mayoría de la gente no suele fijarse en la música ni en el guión. A menudo pregunto a alguien que me recomienda una película qué tal está la banda sonora, o el soundtrack, como dicen los norteamericanos, y me suele responder: “Ni idea, no me fijé”. Para mí es muy importante el fondo musical del filme. Una vez, en uno de esos montajes habilidosos que preparan en la ceremonia de entrega de los Oscar, hicieron una prueba: pasaron secuencias de películas famosas sin la banda sonora; pasaron, entre otras y que yo recuerde, secuencias de “Tiburón”, “El exorcista” o “El padrino”, sin cuya música no sabríamos ya recordarlas. No parecían esas películas porque les faltaba el elemento básico de la ecuación, el que fomenta las emociones y da la medida del ritmo: la orquesta; los acordes de John Williams, Mike Olfield o Nino Rota. Incluso esas escenas quedaban un poco sosas. Steven Spielberg o Alfred Hitchcock no serían quienes son sin John Williams y Bernard Herrmann.
Si han visto la última película de ese personaje llamado Jason Bourne, trasunto joven y cabreado de James Bond, la espléndida “El ultimátum de Bourne”, tan vigorosa como sus precedentes, tendrán que haberse fijado, por fuerza, en la partitura de John Powell, uno de esos tipos con un currículum extraordinario. Él es responsable, además, de la banda sonora de todas las aventuras de Bourne. En todas ellas hay persecuciones, momentos de suspense y acción pero, si uno se fija, no sólo son los movimientos veloces de los personajes, la manera nerviosa de mover la cámara y el montaje de escenas los que logran que estemos al borde del infarto en la butaca, sino que es la música de Powell el elemento fundamental, el que confiere brío a las situaciones. Media hora después de salir de ver la película aún sonaban en mi cabeza las notas del tema principal, y eso que aún no tengo el disco. Powell, decíamos antes, es uno de esos compositores que han repartido su talento entre el cine de acción y el de dibujos animados, es decir, el considerado “menor” (al menos, de cara a las competiciones de premios), el que no suelen proyectar en los festivales. Además de las andanzas del desmemoriado Jason Bourne, podemos citar otros trabajos suyos como “Cara a cara”, “Happy Feet”, “X-Men 3”, “Paycheck”, “Mr. & Mrs. Smith”, “Hormigaz”, “Shrek”, “Evasión en la granja”, entre otras (algunas de ellas en colaboración con otros dos grandes, Hans Zimmer y Harry Gregson-Williams), sin olvidar la que quizá sea su obra maestra: la banda sonora de “United 93”. Sus temas se parecen un poco a los de otro compositor del cine de acción con el que disfruto bastante: John Ottman, responsable de “X-Men 2” y “Sospechosos habituales”.