El jueves encontré en Localia una serie documental que investiga las muertes de las celebridades. Vi el final del capítulo sobre Sid Vicious y estaba a punto de cambiar de canal cuando pusieron “Las últimas 24 horas de River Phoenix”. Me interesaba. Me enganchó. Phoenix fue uno de los grandes actores de su generación, muerto a los veintitrés años en la cumbre de su carrera. Me gustan sus películas: “Exploradores”, “Cuenta conmigo”, “La Costa de los Mosquitos”, “Un lugar en ninguna parte”, “Te amaré hasta que te mate”, “Mi Idaho privado”, “Los fisgones”, pero sobre todo su talento para interpretar a nuestro aventurero favorito, de joven, en “Indiana Jones y la última cruzada”. No vi, quizá por mala distribución, varios de sus últimos trabajos: “Esa cosa llamada amor”, “Ellas también se deprimen” y “Lengua silenciosa”. Su muerte supuso un trauma para las adolescentes y una decepción para quienes habían creído en su imagen de chico limpio, saludable y vegetariano. El documental muestra imágenes y proporciona datos que yo nunca había visto ni escuchado.
Los testimonios los ofrecen policías, amigos cercanos y compañeros de trabajo, pero se echa en falta la aportación de su familia o de directores conocidos. Mediante las entrevistas construyen el perfil de Phoenix. En cuanto a las drogas, enumeraron dos causas. Primera: la gran presión que soportaba, siendo tan joven, porque sobre sus hombros recaía la responsabilidad de alimentar a su numerosa familia hippy, compuesta de padre, madre y varios hermanos, y sólo él llevaba dinero a casa y debía dar los pasos adecuados para proseguir su carrera, y las drogas constituían un alivio, una válvula de escape. Segunda: durante el rodaje de “Mi Idaho privado” quiso conocer y entrevistar a chaperos, pues interpretaba a uno de ellos, y conocerlos lo condujo a empezar a consumir todo tipo de drogas; cocaína, heroína, marihuana, pastillas, sumado al alcohol y a lo que cayera en sus manos. Su gran pasión era la música. Había formado un grupo, Aleka’s Attic, para el que cantaba, componía canciones y tocaba la guitarra. Tuvo gran amistad con Flea, talentoso y chiflado bajista de Red Hot Chili Peppers. El documental muestra grabaciones inéditas en las que vemos a Phoenix entrevistando a los chaperos para preparar su papel y también en mitad de una jam session junto a Flea.
La noche de su muerte iba a tocar en el Viper Room, un selecto club de Los Ángeles, propiedad de Johnny Depp. Tocaría junto a un montón de artistas célebres, Flea y Depp entre ellos. Se había levantado, esa mañana, con una resaca de espanto, y durante el rodaje de la inacabada “Dark Blood” no levantó cabeza. Ese día decidió mantenerse limpio, sobrio, para dar lo mejor de sí mismo en el escenario. Participó en una fiesta privada junto a su familia y sus colegas. Con él estaban dos de sus hermanos, Rain y Joaquin Phoenix, y su novia, la actriz Samantha Mathis. En el Viper pillaron un reservado. Dicen que fue Flea quien le dio la mala noticia: River no podría tocar esa noche, había demasiada gente en el escenario. La decepción fue brutal y decidió olvidarla metiéndose un pelotazo de speedball (heroína + cocaína). Bebió alcohol y tomó valium, que le ofrecieron después de marearse y vomitar. Lo sacaron a la calle y, en la acera del Viper, sufrió un ataque al corazón inducido por la excesiva cantidad que había esnifado y el cóctel explosivo. Murió en la acera, entre convulsiones, mientras su hermano Joaquin llamaba a Urgencias desde una cabina de teléfonos. En el documental se oye la grabación de la voz de Joaquin, pidiendo ayuda entre sollozos. Es desgarradora. Me dejó frío, y algo deprimido antes de irme a dormir.