El Día del Libro fui, como podrán suponer, a una librería. No es ninguna sorpresa porque acudo todas las semanas, incluso varias veces a la semana. El momento perfecto, aquí en Madrid, oscila entre las dos y media y las cuatro de la tarde, más o menos. En esa franja horaria el personal entra y sale del trabajo, va a comer y no se preocupa por las compras. Ese día, sin embargo, constituyó una excepción. Todo el mundo andaba mirando ejemplares y merodeando entre las novedades. Reconozco que aproveché el descuento que hacen en esa fecha. Decidí comprar dos libros: uno para mí, y el otro para regalarlo. Regalé “Siempre es medianoche”, conjunto de relatos del inglés con ascendencia pakistaní Hanif Kureishi. Para mí escogí “Windows of the World”, del autor francés Frédéric Beigbeder. Compré este último porque Beigbeder me había enganchado con “El amor dura tres años”. Literatura fresca, de un tipo honesto que no se anda con rodeos y dispara las palabras con la contundencia de quien siempre dice la verdad. “Windows…” trata de los atentados del once de septiembre en Estados Unidos, desde la perspectiva de un padre y sus hijos atrapados en la tragedia de Nueva York, y desde el punto de vista del escritor en París. En breve lo leeré.
Además de ir a la Residencia de Estudiantes a escuchar el recital poético del que les hablé, me hubiese gustado ver el directo de Sophie Auster. Me empujaban varias razones: Sophie Auster tiene un disco bastante bueno, que data de hace un par de años; es hija de grandes artistas, a saber, Paul Auster y Siri Hustvedt, ambos escritores y poetas; protagoniza la última película como director de su padre, “The Inner Life of Martin Frost”, de próximo estreno; y, sí, posee una belleza exótica y enigmática que nos gusta a muchos hombres. Cuando busqué su nombre en el programa de “La Noche de los Libros” encontré un requisito para entrar: se necesitaba invitación. Busqué afanosamente (o no tan afanosamente, pero me apetecía utilizar esta palabra) por la red, intentando averiguar la manera de obtener esas invitaciones. Y no la encontré. Otros internautas preguntaban lo mismo en foros y páginas web y, hasta el momento, sigo sin saber quién y dónde repartía las invitaciones. Supongo que estaría lleno de peces gordos y de enchufados a los que le importa un carajo la música. Un suponer.
Y ya que mencionamos a Siri Hustvedt y a Tess Gallagher, que dio el recital en la Residencia, tenemos que hablar de Pepo Paz, uno de esos editores independientes que no para de darnos sorpresas a los lectores de poesía. Su firma, Bartleby Editores, publica ahora un poemario de Hustvedt, “Leer para ti”. La próxima semana, además, pone en circulación el nuevo libro de mi colega David González, “Algo que declarar”. En los dos últimos años ha publicado a Raymond Carver, Tess Gallagher, Billy Collins, Sharon Olds, W. B. Yeats, Ángel González, Antonio Gamoneda, Günter Grass o John Berger. Casi nada. Sabía que estaba preparando la edición de un libro de C. K. Williams, de quien he oído hablar muy bien, y un tomo con la poesía completa de Sylvia Plath, además de una selección de otro poemario de Gallagher, “Amplitud”, traducido por Eli Tolaretxipi. Tras el acto de la otra tarde, en esa Residencia, me acerqué a presentarme a Pepo Paz. Estuvimos conversando y me dijo algo que llevo comentando ya un tiempo: la mayoría de las presentaciones de libros suelen ser inútiles, pues congregan poco público. Preparas un acto, te esfuerzas y luego sólo van siete personas. También me contó que Jaime Priede había traducido ya otro libro de Gallagher, “Carver y yo”, que editará en otoño.