Creo que era sólo un chaval cuando, en televisión, programaron una película titulada “Un enemigo del pueblo”. El protagonista era Steve McQueen, uno de mis actores predilectos de todos los tiempos, en un papel diferente a sus personajes de hombre duro y escéptico: el de un médico al que se oponían todos los habitantes de la ciudad, salvo su mujer y sus hijos. En aquella sólida interpretación, McQueen camufló su rostro con barbas, melenas y unas gafas redondas. En esas imágenes se le notaba un poco cansado: murió de cáncer un par de años después, tras los rodajes consecutivos de “Tom Horn” y “Cazador a sueldo”. Desde entonces, sólo recuerdo los correspondientes embrujos: el del argumento, basado en la obra teatral de Henrik Ibsen, y el del magnetismo y buen oficio de su protagonista. No sé si el filme aguantaría una revisión: un día de estos lo comprobaré, si puedo hacerme con una copia. Pero no creo que me decepcione el intérprete de “Bullit”, y el argumento de Ibsen no puede disgustar a nadie. La de Steve McQueen no es la única versión cinematográfica de la obra del autor noruego; y existen algunas adaptaciones televisivas, pero yo sólo conozco la que cito, que vi en un pase de la tele y que rodaron en el setenta y nueve.
Debido a esa fascinación de antaño no he querido perderme la representación de la obra en Madrid, que dirige Gerardo Vera. Se estrenó en el Teatro Valle-Inclán, que me queda a tiro de piedra de casa. La versión, adaptada a los nuevos tiempos (el medio del que se habla en este montaje es la televisión y su pericia para manipular), corresponde a Juan Mayorga, pero en el programa de presentación Vera afirma que la de ambos proviene de la visión que le dio el escritor y dramaturgo Arthur Miller. El argumento es el siguiente: el doctor Thomas Stockmann descubre que la fuente de ingresos de su ciudad, un balneario, es un hervidero de aguas corruptas, contaminadas por las fábricas que, durante años, vertieron su podredumbre dentro. A la revelación y denuncia de ese descubrimiento se opone, primero, su propio hermano, el alcalde Peter Stockmann. Pero no tardarán en hacerlo la masa ciudadana y ciertos notables personajes, como el representante de la Plataforma Cívica y el reportero de la televisión local. En su lucha por la libertad y la erradicación de lo corrupto y de la mentira, el doctor se precipita a una caída en la que sólo cuenta con el apoyo de su mujer, de sus dos hijos y de un marinero que, dado que su patria es la mar, no tiene conflictos de conciencia ni intereses cívicos.
En el reparto sobresale su protagonista, Francesc Orella, que en algunos momentos logró ponerme los pelos de punta con su interpretación del médico Stockmann, y la convicción con la que recita sus líneas y hace suyo al personaje. Pero merece la pena citar a otros miembros del reparto, como Olivia Molina (hija del doctor), Israel Elejalde (el periodista), Rafael Rojas (el capitán de barco), Enric Benavent (el alcalde), Chema de Miguel (el representante de la Plataforma Cívica), Elisabet Gelabert (esposa de Thomas) y Walter Vidarte (el padre de ésta última, al que hace poco vimos en “La noche de los girasoles”). Coincido con el crítico de Babelia en que algunos extras de la asamblea que acusa e insulta al doctor están sobreactuados. Vera, como cineasta que es, apoya el montaje con varios planos televisivos que muestran el acoso mediático a Stockmann, y los proyecta al espectador durante los cambios de escenario. “Un enemigo del pueblo”, que admite complejas lecturas sobre el poder, la libertad, la razón de la mayoría y los intereses públicos, es una gozada.