Uno de los temas más complejos y jugosos de la literatura de Estados Unidos consiste en mostrar las dos caras de la moneda de esos barrios residenciales donde todo es precioso por fuera, pero está podrido por dentro. Casas de dos pisos con tejado y chimenea, porche para relajarse durante el crepúsculo, un patio trasero, un césped que cuida el hijo mayor para ganarse la propina del fin de semana o cumplir un castigo por mal comportamiento, el coche de cinco puertas aparcado en el garaje y la familia rondando por allí, con el perro atado a una correa mientras florecen las sonrisas y el vecindario se saluda amablemente. Pero luego nos cuentan sus intimidades: los vecinos se ponen a parir entre ellos después de las barbacoas y las carcajadas, los matrimonios no funcionan y se ahogan en crisis, el sexo se practica con amantes, los hijos hacen de las suyas en otros barrios al caer la noche, siempre hay un perturbado con el arma a punto y las parejas beben tanto alcohol que terminan rotas y aisladas.
Se me ocurren ahora unos cuantos títulos, de temas similares o parecidos: los cuentos de John Cheever y varios de Raymond Carver, las novelas “Vía Revolucionaria” de Richard Yates, “Personajes desesperados” de Paula Fox, “Música para corazones incendiados” de A. M. Homes, “Las vírgenes suicidas” de Jeffrey Eugenides… Dicho tema no ha sido ajeno al cine; pensemos en “American Beauty” y “Happiness”. En todas estas historias el escenario exterior parece idílico, pero esa idea de cielo o paraíso encierra un infierno dominado por los comportamientos inmorales, los vicios y las enfermedades del alma. La otra tarde fui a ver la película “Little Children”, bautizada en España con el ridículo título de “Juegos secretos”, como si fuera un telefilme de sobremesa. “Little Children” parte de una novela de Tom Perrotta, inédita en nuestro país, y reconstruye ese universo hipócrita que acabamos de describir, dotado de casas que son caramelos envenenados. Su director es Todd Field, un actor que había dirigido la grandiosa “En la habitación”, basada en un relato de André Dubus senior que, sí, esta vez se tradujo en España y se incluye en “Adulterio”. Dubus junior es el autor de un libro de temática similar, “Casa de arena y niebla”. “En la habitación” tuvo éxito en el reparto de premios y en circuitos minoritarios y festivales de cine. “Little Children” continúa por el mismo camino. Ha recibido varios galardones y tres nominaciones al Oscar que destacan, sin duda alguna, los mejores ingredientes de la cinta: el guión y las interpretaciones de Kate Winslet y del desconocido Jackie Earle Haley, quien construye un personaje de pedófilo recién salido de la cárcel que espeluzna y provoca compasión. La pena es que a Jennifer Connelly le haya tocado un papel tan breve. Pero lo aprovecha: basta comprobar cómo ella lo dota de grandeza interpretativa cuando descubre la infidelidad de su marido.
Todd Field logra que confluyan con habilidad las distintas tramas argumentales: dos matrimonios en crisis, de los que saldrá una relación extraconyugal entre uno de los hombres y una de las mujeres; el pedófilo cuya presencia constituye una espectral amenaza para la comunidad de vecinos; el ex policía violento y con un pasado negro a las espaldas; la vida cotidiana de los habitantes de ese barrio. En cada escena notamos una presencia latente, intuimos que algo terrible ocurrirá pronto. Field desarma con su película. Enseña las imposturas de estos barrios en apariencia felices, y nos da otra muestra casi redonda de su bisturí de familias. De adultos que se comportan como niños pequeños.