Los norteamericanos son únicos para inventarse extraños y estúpidos concursos. Leemos que una mujer de veintiocho años murió a causa de uno de estos concursos, en California. El lema elegido: “Aguanta tu pipí por una Wii”. Consistía en beber toda el agua posible sin ir al baño; el premio era una consola de Nintendo. Los organizadores repartían botellas de agua entre los concursantes; estos debían beber cada quince minutos. La chica en cuestión no ganó el premio. Pero luego se fue a casa con fuertes dolores y poco después la encontraron muerta. Las primeras investigaciones concluyeron que la mujer había fallecido “por intoxicación de agua”. Lo extraño es que a ninguno de los participantes le estallara la vejiga. Se trata de una noticia que he encontrado en varios diarios. Un concurso en el que uno debe beber mucha agua y aguantarse las ganas de orinar para que le den una consola constituye uno de los eventos más absurdos que he leído en mucho tiempo.
David Foster Wallace, gran narrador y hábil cronista de algunos sucesos curiosos del Medio Oeste americano, desvela algunos raros concursos y ferias en uno de los ensayos de su libro “Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer”. De vez en cuando nos llegan noticias sobre esos concursos que inventan en Estados Unidos. También los encontramos en la narrativa (literaria y cinematográfica). Recuerden las célebres escenas de “Danzad, danzad, malditos”, en las que Jane Fonda y Michael Sarrazin sudaban sangre en un concurso de resistencia de baile para ganarse un dinero extra. Los participantes tropezaban, se desmayaban, lloraban, caían agotados. El concurso era inhumano. Al parecer, lo que cuentan en la película se inspira en la realidad: los concursos organizados en los años treinta, en plena época de la Depresión, para que la gente hiciera dinero de una manera rápida. Por cierto, el filme de Sydney Pollack se basa en una novela muy recomendable, que además es superior a su adaptación: “¿Acaso no matan a los caballos?” El autor es Horace McCoy.
En “La seguridad de los objetos”, la película basada en el libro de relatos del mismo título de A. M. Homes (aún inédito en España), se recoge una historia sobre concursos de resistencia. Y no me extrañaría que estuviese basada en la realidad. En un centro comercial colocan un coche que se convertirá en el premio del concurso. Sólo puede haber un ganador. Quienes anhelan participar deben inscribirse antes de la competición. El juego consiste en apoyar las manos en la carrocería y esperar, resistir. Cuando sólo quede una persona apoyada en el coche, le regalarán el vehículo. El personaje interpretado por Glenn Close quiere hacer algo por sus hijos. De modo que se apunta y pasa las de Caín cuando han transcurrido unas cuantas horas y empieza a ocurrirle de todo: agotamiento, sueño, dolor de huesos, etcétera. Una variante de los concursos de resistencia aparecía en la novela de culto de Stephen King, “La larga marcha”, donde sólo podía quedar un tipo en pie para ganar el premio. La historia estaba ambientada en el futuro, lo que le permitía al autor inventarse soldados que disparaban a los caminantes que se cayeran más de tres veces. Cuesta comprender la existencia de aquellos concursos, y otros de los que no tenemos noticia y serán peores. Cuesta entender que alguien esté dispuesto a jugar con su vejiga, a resistir días y noches sin pegar ojo y apoyado en el capó de un vehículo, o a romperse la crisma como a menudo vemos en televisión, sólo para ganarse unos billetes. O una consola. Demuestra que estamos dispuestos a cualquier sacrificio por un premio.