Parece que la antología Tripulantes, cocinada por Vicente Muñoz y David González, se retrasa hasta enero. Para matar el gusanillo de la espera, nada mejor que leerse este libro que encontré la otra tarde en una librería de viejo. Vicente explora en estos quince relatos los temas característicos de la literatura urbana de perdedores, temas que a mí me apasionan: la soledad, la lluvia, los bares, los trabajos que convierten al hombre en un sonámbulo, la rutina, la carcoma del tiempo, el sexo, la bebida o la violencia. El volumen, que recopila historias publicadas en Vinalia Trippers, se abre con un prólogo de Hernán Migoya e incluye dibujos de Miguel Ángel Martín.
Al comienzo de cada relato siempre asoma una frase corta y concisa que nos engancha a la lectura y nos prepara para lo que va a venir: Regresaba a casa después de una semana en carretera (...) Una ciudad cualquiera a pleno día. Un descampado. En el interior de un coche abandonado, un niño y una niña (...) Había sido un día de perros. No paraba de llover y yo estaba empapado y había recorrido ya todos los bares de aquella maldita ciudad sin lograr vender una poesía (...) Había cuatro hombres y un gato en aquel bar (...) Cuando uno cierra el libro ya está empapado de esa visión que tiene Vicente sobre el mundo, algo triste, algo desamparada, algo melancólica, pero siempre profunda y un poco quimérica. Es, en suma, el retrato a pie de calle de los síntomas que aquejaron a una "generación perdida", la suya, la de "los que vienen detrás".