viernes, noviembre 10, 2006

Libro: Hogar, dulce hogar, de Sam Lipsyte


He aquí un libro divertidísimo, admirado por Eugenides y Palahniuk. Sam Lipsyte, de quien en España sólo conocíamos ese estupendo cuento titulado El brazo malo, presenta una novela que algunos han querido ver como La conjura de los necios de nuestro tiempo.
Lewis Miner, el protagonista, es un perdedor a quien no le han ido bien las cosas, un auténtico loser (Soy bastante feliz a mi estilo infeliz). Cuando recibe en su buzón la revista de su instituto, decide escribir cartas en las que ajustar cuentas con antiguos profesores y alumnos. Cartas que, por supuesto, no le publican. Muchos de los ex alumnos son, ahora, celebridades, tíos que han salido adelante en el deporte, la música o la medicina. Miner, en cambio, se gana el jornal inventando falacias para una compañía de refrescos (y él los camufla como datos históricos). Ha llegado a un punto en el que acepta su situación: Mis desventuras me han enseñado a codiciar las cosas pequeñas, a apreciar, en resumen, el bailar con la más fea. Mientras escribe esas cartas, tiene encontronazos con algunos de esos profesores y alumnos, hasta llegar a la fiesta de reencuentro del final del libro, donde descubre que la vida no consiste en el éxito o el fracaso, sino en apurarla hasta las heces: Mirad. Me gusta cascármela. Un montón. Como comida basura. Soy un gordo de mierda. Antes me decía a mí mismo que no me podía permitir la comida buena, pero probablemente no sea más que pereza. O sea, ¿cuánto vale una lechuga? ¿O unos espárragos? Bebo demasiado. He perdido a mi prometida. Me estoy enamorando de otra mujer y es probable que la pierda también. Solía ser listo para mi edad, pero envejecí. Últimamente leo un libro y luego no me acuerdo de una palabra. Pero las frases malas de las películas estúpidas las recuerdo durante semanas. ¿He mencionado lo a menudo que me la casco? (...) Os diré una cosa. Voy a vivir mi vida, no a dejar que mi vida acabe conmigo. O mejor dicho, voy a vivirla hasta que acabe conmigo.
A destacar: la inventiva constante del narrador y el ingenio de los diálogos, muy en la línea de la comedia americana.