Aquí ya no se libra nadie sin que le dediquen un día. Hoy, según me entero, es el Día de los Sin Techo, que es como llaman ahora a los vagabundos, a los mendigos, a los indigentes, a los limosneros y, en suma, a los pobres de toda la vida. Ocurre que nos americanizamos para lo malo, en lugar de para lo bueno, y de “homeless” hemos sacado lo de los Sin Techo, que a mí me pone enfermo porque me parece más gozoso utilizar los términos de siempre, es decir, los que he citado un poco antes y unos cuantos más. He dicho en la primera línea que aquí ya no se libra nadie de que le dediquen un día, pero acabo de caer en la cuenta de mi error: de momento, que yo sepa, no hay un Día del Heterosexual. Y poco más, porque hasta los llamados “frikis” tienen su día de celebración. Claro que, si alguien pide un Día del Hombre o un Día del Heterosexual, se le van a lanzar al cuello todos los colectivos políticamente correctos, acusándolo de machista, descerebrado y demás lindezas que se esgrimen cuando uno se reivindica como heterosexual.
En fin, que estamos en el Día de los Sin Techo. Al menos, esta iniciativa de Cáritas servirá para que la sociedad reflexione un poco, aunque no para que en la calle se deje de agredir a los mendigos. Al parecer, Cáritas ha denunciado un aumento de agresiones a quienes no tienen otro remedio que vivir a la intemperie. Al padecimiento diario de los problemas y enfermedades que estrangulan a los mendigos, tales como el hambre, el frío, los piojos, la caries, la suciedad, la gripe, las infecciones, se suma en la actualidad la agresión física o verbal. No sólo son mendigos, sino que les zurran la badana. Dicen que hay treinta mil personas en este país con esa condición de indigentes y a mí me parece que la mayoría están en Madrid. De todas las ciudades en las que he estado y recorrido, no hay ninguna otra con tanto mendigo. En casi todas las esquinas de Madrid hay un pobre durmiendo en el suelo, a la vera de un portal. Siempre que salgo a la calle y doy una vuelta, encuentro a varios de ellos. Duermen encima de cartones, se tapan con periódicos, algunos consiguen sacos viejos donde meterse a soñar, y otros, como los que pueblan mi barrio, arrastran colchones viejos y los ponen en la plaza, hasta que alguien se los lleva de allí (los colchones, no los mendigos). La noticia que más preocupa es que ha cambiado el perfil medio de los indigentes: son más jóvenes, la mitad de ellos tienen hijos y han cursado la educación secundaria. En estos tiempos que corren, si uno no se las apaña bien, puede pasar de ejecutivo a vagabundo en un abrir y cerrar de ojos. Se han dado casos. Se siguen dando.
Madrid da tantos pobres que parece de película. Pero es la realidad, y la realidad siempre es más triste de lo que nos habían contado en la infancia. Una tarde, por Sol, me crucé con un chaval indigente y sin brazos. Se mantenía en pie, y sujetaba con los dientes un vaso de plástico para que le echaran dentro la calderilla. Ese muchacho y una anciana de unos mil años, ataviada de negro y con un rostro de cien arrugas, quizá sean las cosas más fuertes que he visto por la capital. El lema de este día es el siguiente: “Sin techo, sin derechos. Hoy también duermo en la calle”, y la campaña la organizan Cáritas, la Federación de Asociaciones de Centros para la Integración y Ayuda a los Marginados y la sección española de la Federación Europea de Asociaciones Nacionales que trabajan con Personas sin Hogar. Desgraciadamente, para concienciarnos de este y otros problemas, tiene que salir un vocalista cortándose la melena.