El Diablo de esta obra, seductor, mentiroso y sibilino, convence a los espectadores desde el primer minuto en que aparece en escena. En esta versión de “El mágico prodigioso” de Calderón de la Barca, estrenada en Madrid el miércoles por la tarde, el Diablo tiene voz y cuerpo de mujer. Todo un acierto que nos recuerda a ese Lucifer de “La Pasión de Cristo”, interpretado por una mujer de rasgos andróginos y cabeza afeitada al cero. El papel del Demonio en esta obra, con dirección de Juan Carlos Pérez de la Fuente y versión y composición musical del zamorano Daniel Pérez, recae sobre Beatriz Argüello. Ella despunta en un reparto que incluye a Jacobo Dicenta como Cipriano y a Cristina Pons como Justina, además de una breve intervención de Xavier Elorriaga en la piel del Gobernador de Antioquía, entre otros actores. Argüello ofrece una lección interpretativa magistral, y expone todas las caras que atribuimos al Diablo: unas veces, sensual, fascinante y atractivo, desplegando en sus movimientos tanto el erotismo como el engaño; otras, despótico, malvado, aterrador; pero también admirable, poderoso y grandilocuente. El Demonio tienta a Cipriano, un hombre enfrascado en la cultura y en los libros, para que se enamore de Justina. Después, ofrece a Cipriano comprarle su alma a cambio del amor de la muchacha. El mito de Fausto, que siempre da mucho juego, aparece aquí, en la obra de Calderón, envuelto en intrigas de alcoba y amores no correspondidos.
Se estrenó en Madrid el miércoles, como digo. A las ocho y media en el Teatro Albéniz, en el que yo nunca había estado. Me queda a menos de diez minutos de casa, andando. Las primeras personas a las que vi antes de entrar en el Albéniz son amigas y zamoranas: Daniel Pérez, director del Teatro Principal y responsable de la estupenda versión que se ha estrenado, y Mercedes López, con quien antaño compartí la tertulia cultural de Radio Zamora. Dentro del edificio me tocó asiento de entresuelo, en la primera fila, y desde allí pude divisar el patio de butacas. Entre el público estaban los actores Manuel Tejada, María Asquerino y Chete Lera; y el alcalde Antonio Vázquez y el concejal Pedro Roda. Supone un apoyo importante que Vázquez y Roda hayan acudido a ver la obra: hicieron lo correcto y es justo señalarlo.
“El mágico prodigioso”, amén de un texto bellísimo donde uno se quita el sombrero ante la destreza poética de Calderón, incluye una puesta en escena espectacular y repleta de efectos especiales: tormentas con rayos y truenos, cables para alzar a los actores o descender por ellos, telares y carracas, nieblas artificiales, juegos de luces y sombras. El único inconveniente fue la gran mayoría del público. No sé si es que todo el mundo estaba acatarrado o es que los espectadores pertenecían a la tercera edad, pero la frecuencia de las toses terminó por sacarme de quicio. Desde el entresuelo se oyen menos las declamaciones de los actores, y se hacía difícil seguirlo con el personal cediendo a sus ataques de tos. Deberían anunciar, en los teatros, caramelos que suavicen la garganta, o, si no, que la gente resfriada no acuda a ver estas obras hasta que sane. Vi también a un par de fulanos jugueteando con el móvil: ¡Cuánto daño han hecho los teléfonos móviles al cine y al teatro! Por culpa del concierto de toses, a veces me perdía varios versos, e incluso alguna vez perdí el hilo. Que los actores no se salieran de su papel con tanto jaleo de carrasperas me pareció una auténtica proeza. Pero ni siquiera eso pudo con los sentimientos que despierta la obra, y que, en los últimos tramos, emociona como los clásicos saben hacerlo. Enhorabuena.