La editorial canaria Baile del Sol goza de un amplio catálogo de títulos en sus variadas colecciones: narrativa, poesía, ensayo, teatro, libros de viajes, etcétera. En cuanto a la narrativa, publican cuentos y novelas. Esta semana convocaron en Madrid un encuentro de poetas acogidos en su catálogo. Dicho encuentro duraba dos días, y tuvo como finalidad presentar nada menos que a doce autores, doce poetas con nuevos libros bajo el brazo. Autores de distintos puntos de España: de Canarias, de León, de Galicia, de Andalucía. El miércoles recitaron sus poemas seis de esos escritores. El jueves, otros tantos. Yo acudí al primero de ellos.
El lugar elegido para ambos actos fue un local de Vallecas. No recuerdo haber estado antes en ese famoso distrito. Pero moverse en Madrid es muy fácil: siempre hay una salida de metro cerca del lugar al que uno se dirige. Así que tomamos el metro, repleto de viajeros a las siete de la tarde, y nos apretujamos contra las puertas hasta sacarnos, unos a otros, el sudor, los higadillos y las pocas ideas que nos quedaban. Esta aglomeración del metro obedecía a la hora, en la que mucha gente ya ha salido del trabajo, y también a que, de camino a Vallecas, el tren paraba en Atocha Renfe. Una vez en la calle, debíamos buscar la Sala Youkali, Espacio Abierto. Es una sala en la que la asociación del mismo nombre celebra reuniones, estrena obras de teatro alternativo y abre camino para otras actividades culturales: presentaciones de libros, recitales de poesía, charlas y debates, exposiciones. El sitio es curioso. Es una especie de nave, parecida a un garaje, en cuya primera habitación hay mesas donde colocan los libros, estanterías con más volúmenes y revistas, una pequeña barra donde despachan refrescos y cervezas salidos de una cámara frigorífica, etcétera. La segunda habitación es una espaciosa sala de ladrillo visto y columnas de hierro, con un par de tragaluces propios de garaje. Habían colocado una mesa y sillas para los poetas y el presentador, y asientos para los espectadores. Nada más entrar supe que era uno de esos actos literarios que tienen que ver con la literatura y la poesía de verdad y no con la pose. Quiero decir que no suelen ser actos destinados a los medios de comunicación. Que allí nadie va a posar ni nadie pretende figurar en los papeles oficiales. Suelen ser reuniones de amigos, pequeñas celebraciones, y por eso nadie lleva traje ni corbata ni merodean las azafatas. La gente se junta para leer y compartir, para reír y escuchar. Y basta.
Presentaba el acto el autor asturiano Braulio García Noriega, quien, según tengo entendido, suele utilizar el pseudónimo T.S. Norio. Después, cada escritor leía uno o dos de sus poemas y pasaba la vez a su compañero de la izquierda. Hubo varias rondas. Leyeron, por este orden, los siguientes poetas: Jorge Riechmann, Coriolano González, Vicente Muñoz Álvarez, Verónica García, Pedro Flores y Antonio Orihuela. Todos ellos buenos poetas, y cada cual en su estilo: algunos, intimistas; otros, divertidos y provocadores; realistas y comprometidos socialmente. Hubo, además, música: poemas musicados, acordes de guitarra, canciones y notas de un instrumento tribal cuyo nombre pregunté varias veces (el didgeridoo) y cuyo sonido ancestral y enigmático me recordó a la banda sonora de una de mis películas predilectas: “La selva esmeralda”. Entre el público, la presencia de otros escritores y poetas, como Ángel Petisme, a quien acaban de editar una antología que una tarde de estas me iré a comprar. Fueron casi dos horas de música y poesía. Luego pude conocer, en persona, a Vicente Muñoz. En breve tendré en mis manos su último poemario, “Parnaso en llamas”.