Un día extraño, dominado por los hallazgos y las alegrías y algunas decepciones. Por la mañana, al consultar la edición digital de este periódico, encuentro una sorpresa y ésta sorpresa me lleva a otra. La primera: la autora del cartel anunciador de las Ferias y Fiestas de San Pedro de este año es María Luz González Rogado. Estudiamos juntos la carrera de Ciencias de la Información: cinco años en las mismas aulas de la Universidad Pontificia de Salamanca, tierra en la que ella nació. Aún recuerdo lo mucho que me reía conversando con su novio, un chico de Burgos con un sano sentido del humor, que estudiaba con nosotros. Poco después de terminar los estudios les perdí la pista a ambos, como le va perdiendo uno el rastro a todos sus compañeros. El caso es que ahora la reencuentro, en el periódico, ganadora del cartel; sirvan estas líneas como felicitación. Esta sorpresa me conduce a la página web del Ayuntamiento: para quien quiera estar al día, han colgado el programa de las Ferias y Fiestas de San Pedro. Me alegro, ahora ya no podemos quejarnos. Me satisface además el Concierto Joven de esta noche, en La Marina. Actuarán grupos zamoranos; pocos, muy pocos, pero algo es algo: Rapsilon, Miescondite y Superhombre. Lástima que no pueda asistir.
Por la tarde vamos al Teatro Español, a ver “Hamlet”. Tenemos entradas desde hace días. Aunque la duración del montaje nos impedirá ver “House”. Pero en taquilla leemos un cartel: la obra ha sido suspendida, temporalmente, por lesión de uno de los actores. En el banco nos devolverán el dinero. La decepción es mayúscula no sólo por quedarse con la miel en los labios, sino porque no habrá otra oportunidad; hace tiempo que se agotaron las localidades y han programado pocas representaciones. Aún es peor porque “Hamlet” es la obra que más aprecio de su autor, Shakespeare. Y porque el protagonista, por cierto, es un actor sólido y rompedor, un huracán que siempre se sale de la pantalla en las películas: Eduard Fernández. Alguien dirá que es mayor para el papel del Príncipe de Dinamarca, pero también lo eran Laurence Olivier, Mel Gibson y Kenneth Branagh cuando interpretaron al mismo personaje, y nadie se quejó. Todo esto me empuja a recordar la gira de The Rolling Stones. Por culpa de la lesión de su guitarrista, semanas atrás aplazaron su directo en Madrid. Aún no sabemos si la gira se pospone para el año que viene o si nos reembolsarán en breve el coste de las entradas. Recuerdo esto al alejarnos del teatro, y pienso en cuánto me está costando ver a los Stones en un escenario.
Por fortuna, un paseo por las librerías me devuelve al territorio de los hallazgos y las alegrías. Como leí en los blogs de Diego Marín y David González que ambos se habían comprado en Madrid sendas ediciones de la novela que escribió Sylvester Stallone en los setenta, salgo a buscarla yo también. La encuentro por siete euros en una librería de viejo de Montera, aunque es la edición de Círculo de Lectores. Se titula “Paradise Alley. La cocina del infierno” y cuenta sus años de adolescencia en un barrio marginal. No se rían: en aquel tiempo Stallone no sufría la decadencia de ahora, pues el libro tuvo éxito, y luego levantó “Rocky” y fue nominado a los Oscar como actor y guionista. Es un libro de culto, una rareza. En el mismo local descubro tomos antiguos de Umbral, pero su precio oscila entre los veinte y los treinta euros. Así que los dejo. En La Casa del Libro, otro feliz hallazgo: han recibido “El amor ya no es contemporáneo”, de David González. Lo compro. Alguna recompensa debía tener la suspensión de “Hamlet”. Y, además, por la noche puedo ver “House”.